Café Margot

Si en Buenos Aires el café es religión, el Margot es mi parroquia preferida. Y ya es hora que me ocupe de contarlo. El Café Margot queda en Boedo, un barrio que hasta hace unos pocos meses no disponía de una (sí, ni una) plaza. Mucho menos de un parque. Imaginen la importancia de los cafés como espacio de reunión e intercambio social para estos vecinos porteños. Los cafés de Boedo están cargados de historia: el Dante (ya cerrado, reunía a toda la feligresía sanlorencista); y la Esquina Homero Manzi (Café Notable, que lo único que mantiene inalterable con el tiempo es el solar que ocupa) son (o fueron en el caso del Dante) las dos puntas de un eje que corre por la Avenida y en donde (afortunadamente) hoy conviven distintas propuestas que conversan (o casi) con la identidad boediana. De entre todas, muchas cosas distinguen al Margot, aunque de arranque, parado en la vereda y sin entrar al café, se destaca su ubicación inigualable. El Margot está en Boedo esquina Pasaje San Ignacio, una cortada mistonga que lo carga de mística y magia.

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El Café Margot es uno de los cinco que pertenecen al Grupo Los Notables. Integra el listado de Cafés Notables de la Ciudad. Ocupa la ochava de un edificio centenario (1904) que siempre albergó establecimientos comerciales. Fue bombonería por los años ’20 y la Confitería Trianón a partir de 1940 (hoy mudada a 50 mts). En ésta, sus propietarios, el matrimonio Torres, inventaron el célebre sándwich de pavita cuyo secreto era que estaba elaborada al escabeche. Hoy en el Margot se lo sigue haciendo con la misma calidad de entonces. Sigue leyendo

Café Tortoni

A casi un año de comenzar este blog es momento de ocuparse del Gran Café Tortoni. En verdad, no lo hice antes porque es un café del cual queda poco por decir, mucho se sabe y es muy fácil encontrar información veraz. Pero, en fin, es como escribir sobre la cultura incaica y no mencionar Machu Picchu. Y «el público se renueva» diría una legendaria estrella del espectáculo vernáculo. Sobre todo, el público extranjero, de donde provienen muchos de los lectores. El Café Tortoni es el más viejo (aún funcionando) de Buenos Aires, data de 1858. El local daba sobre Rivadavia y recién cuando se construyó la Avenida de Mayo, un 26 de octubre de 1894, se inauguró su hoy tradicional puerta de ingreso (a la altura del 825) a través de la gran vía porteña. Esta fecha la adoptó la Legislatura de la Ciudad para celebrar el Día de los Cafés (ver https://cafecontado.com/promocion-2-x-4/)

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El nombre Tortoni homenajeaba a su homónimo de la ciudad de París que fuera creado después de la Revolución Francesa por un italiano, vendedor ambulante de helados, que lo hizo famoso y donde popularizó la «cassata». Describirlo es innecesario. Las fotos son elocuentes y la información gráfica abundante. Lo importante es lo que representa para todos los argentinos. Si en Buenos Aires el café es religión, el Café Tortoni es su Templo Mayor. Ingresar al Tortoni es como hacerlo a una Institución formadora de una cultura que trascendió generaciones («la escuela de todas las cosas» de Discépolo). Como las legendarias construcciones medievales de Universidades que se erigen orgullosas en ciudades milenarias. En su interior se hace difícil abstraerse del entorno. No hay modo de sostener una charla, por importante que sea, sin dejar de estar consciente del lugar donde se la está manteniendo. Definitivamente no. Uno está en el Tortoni y eso aporta su propio peso específico y simbólico. Sigue leyendo

Bar Celta

El centro de Buenos Aires, más precisamente su eje principal, la calle (o avenida) Corrientes, propone un recorrido lineal por nuestra propia historia de vida donde a cada paso nos reencontramos con capítulos contados en formato de café, pizzería, librería, cine o teatro. Pero, a veces, como en este caso, vale la pena saber desviarse unos pocos metros, solo 100 hacia Sarmiento, para escribir una nueva página en el Bar Celta.

20140305_115649El Bar Celta (o Celta Bar) se encuentra en la esquina de Sarmiento y Rodríguez Peña, abrió sus puertas en 1941. Su primer dueño fue un español de Asturias, Claudio Fernández, que lo bautizó de ese modo en homenaje a la cultura celta afincada en esa región. Funcionó como almacén con despacho de bebidas. En 1950, don Fernández lo vendió y el lugar se convirtió en confitería y bar. Estuvo abierto por algunas décadas hasta que cerró sus puertas. Hacia mediados de los 90′ volvió a abrir convertido en un reducto de jazz de altísimo nivel. Walter y Javier Malosetti, Luis Salinas, Pipo Luque, Botafogo, Pepi Taveira fueron algunos de los exquisitos músicos que se lucieron y dejaron su música vibrando en su interior. El Celta (que siempre se mantuvo su nombre original) fue cuna de dos ciclos exitosos «Jazz Club» y «Jam Session». Esta etapa también cumplió su ciclo y volvió a cerrar. Finalmente, en marzo de 2012, hace nada más que un par de años, reabrió, ahora convertido en primo hermano de los cafés que integran el Grupo Los Notables integrado por: El Federal, Margot, Bar de Cao, La Poesía y la flamante joya. La operación de rescate del mobiliario original resultó de maravillas y hoy el Bar Celta luce como cuando lo atendiera su asturiano fundador. Sigue leyendo

La Giralda

La calle (porque para los porteños sigue siendo calle) Corrientes marca el ritmo de la ciudad. La bohemia intelectual la atravesó históricamente. Escritores, dramaturgos, periodistas y un sinnúmero de músicos y letristas de tango y de rock la inmortalizaron. Nuestro icono máximo, Carlos Gardel, entre otros, la menciona (porque cada día la canta mejor) en «Anclao en París». Calle de teatros comerciales, de los públicos, de Revistas, más librerías, pizzerías, heladerías y cafés. Sobre todo, cafés. Y de los Notables, como La Giralda.

fachada giralda2La Giralda ocupa la planta baja de un precioso edificio de principios del siglo XX, en Corrientes 1453, construido por el arquitecto alemán Carlos Nordmann con vasta obra en nuestro país como por ejemplo (y que aún se mantienen en pie) el edificio de viviendas de Av. de Mayo 620, el edificio de Chile 249, el Torreón del Monje en Mar del Plata, la actual Embajada de España en Figueroa Alcorta 3102, el Casino de Oficiales de la Fuerza Áerea sobre Córdoba 731, etc. Sin embargo, con semejantes antecedentes, La Giralda luce una austera y sobria propuesta estética. Un auténtico cafetín de Buenos Aires que no sufrió modificaciones groseras ni aluviones globalizadores que masifican identidades convirtiendo todo en no lugares. Tiene mesas con tapa de mármol, sillas de madera, azulejos blancos, espejos biselados, ventanas guillotina a la calle y puertas vaivén. Las publicidades acompañan el entorno y pueden verse viejos propagandas de Hesperidina. También se observa un cuadro con una lámina de la Catedral de Sevilla, La Giralda, de donde los propietarios tomaron el nombre. Cualquier descripción del lugar en un libro o nota periodística a partir de 1951 dirá lo mismo. Y este simple dato ya lo hace merecedor de una visita. Sigue leyendo

El Gato Negro

El Gato Negro nació en 1927. Su primer dueño, el español Victoriano López Robredo, le puso ese nombre en recuerdo al café homónimo y preferido de Jacinto Benavente sobre la calle del Alcalá en Madrid. Don Victoriano, antes de afincar en la Argentina y casarse con una porteña, vivió durante cuarenta años entre Ceylán, Singapur y las Filipinas. Era empleado de una empresa británica y allí aprendió a reconocer y amar el negocio de las especias. El primer nombre que tuvo el local fue La Martinica. duró solo un año. Cuando mudó a su ubicación actual obtuvo su nombre definitivo. El negocio pasó por sucesivas manos, pero todas resistieron a la tentación de renovarse. El más logrado mérito, sin dudas, es la preservación de su fachada en una ciudad que ha visto modificada casi en su totalidad las plantas bajas originales en nombre de mejoras y de beneficios comerciales. El Gato Negro, Café Notable de Buenos Aires, queda en Corrientes en el tramo más simbólico y representativo de la porteñidad, rodeado de librerías y teatros, al 1669, entre Rodríguez Peña y Montevideo.

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Ingresar al salón es recuperar la armonía y poner en acción los estímulos. Todo el mobiliario es de madera de roble, las sillas thonet de esterilla, la música acompaña sin estridencias, pero, el valor agregado es el perfume a especias que varia según la molienda.  El Gato Negro puede oler a canela, estragón, jengibre, etc. Tanto como sus cafés y tés especiales. Sigue leyendo

Olimpo

En la periferia de Buenos Aires existe un Café Notable que se mantiene inalterable (prácticamente) desde su apertura en 1950. Es el Café Olimpo que luce con orgullo la distinción otorgada por el Gobierno de la Ciudad en la esquina de Irigoyen y Arregui.

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Olimpo, como tantos otros cafés, está ubicado en un límite barrial. Pero, para esta zona de la Ciudad, sentirse poseedor de un patrimonio tan significativo como un Café Notable resulta una disputa de medianeras donde todos tienen razón. Técnicamente pertenece al barrio Monte Castro, aunque los vecinos de enfrente, el barrio Versalles también se lo apropian. Fue León Heras, su fundador, quien lo construyó junto con la vivienda aledaña. Y también construyó la glorieta que se ubicaba en la terraza del café. La glorieta desapareció en 1953, pero el café sigue manteniendo su estructura original tanto como su nombre, Olimpo, por el club de fútbol que se encontraba en la vereda de enfrente, en la vereda de Versalles. Sigue leyendo

Bar de Cao

20131025_152124A principios del siglo XX existía una categoría de comercio que hoy ha caído en desuso, el Almacén-Bar. Eran sitios, generalmente ubicados en esquinas, que funcionaban como despacho de comestibles y que se comunicaban por una pequeña puerta con el bar. En muchos barrios, sobre todo en aquellos donde los espacios verdes no abundaban, estos lugares servían de espacios públicos de sociabilidad, encuentros, novedades y celebraciones. El barrio de San Cristóbal luce con orgullo una auténtica joya patrimonial que supo llamarse «Despacho de comestibles al por menor. Venta de bebidas en general y despacho de bebidas alcohólicas. Cao Hermanos». Hoy, Bar de Cao.

El Bar de Cao queda en Av. Independencia al 2400, esquina Matheu. El edificio funcionó como bodegón desde de 1915. Los hermanos Cao, asturianos, lo adquirieron y convirtieron en almacén-bar a partir de 1930 y atendieron hasta 2000. En 2005, sus actuales propietarios lo rescataron, pusieron en valor, unificaron el espacio y convirtieron en un sitio de atracción sin igual para la ciudad de Buenos Aires. Hoy la vieja despensa de los hermanos Cao integra el grupo de Los Notables junto a sus «hermanastros»: Margot, La Poesía, El Federal y Celta Bar.

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El Barbaro

Es una pérdida de tiempo intentar categorizar dentro de las pautas de un blog al Barbaro. Porque inclasificables (pero geniales) fueron y son sus creadores. Porque mágica como un aleph gigante es la ciudad que lo contiene. Al Barbaro se puede ir a tomar café, comer, tomar un copa, ver fotografías, artes visuales, instalaciones, escuchar tango, flamenco o música electrónica. Algunos lo consideran el primer pub de Buenos Aires. Café contado hace reduccionismo, pero a su vez lo agiganta. Simplemente lo califica: Buenos Aires.

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El Barbaro o Bar O Bar abrió en 1969 en la calle Reconquista 874. Lo fundó Luis Felipe Noé, quien junto a Ernesto Deira, Romulo Macció y Jorge de la Vega integraban un experimento creativo conocido como la «Nueva Figuración». En 1980 se mudó a la vuelta, en la misma manzana, a su actual ubicación de Tres Sargentos 415. La magia también se mudó dentro de un canasto. Quizás para situarse en una cortada singular con barranca hacia el Bajo. O para quedar más cerca del «Di Tella» y «La manzana loca» (ver link). Las obras de Jorge de la Vega, afortunadamente, también dieron vuelta la esquina. Para sumar más elementos identitarios, su nombre, además, es la utilización de un vocablo con la extraña acepción que sólo aquí se le otorga y lo define: Barbaro. Porque el lugar es sensacional. Sigue leyendo

El Faro de Villa Urquiza

Dentro de los barrios más alejados del centro de Buenos Aires, Villa Urquiza es el que mayor repertorio tanguero puede exhibir en sus «vitrinas». El Teatro 25 de Mayo (un mini-Teatro Colón donde cantó Carlos Gardel) y dos de las Milongas más célebres de la ciudad: la Sunderland y la Sin rumbo, completan un podio de privilegio. Sin embargo, el primer hito reconocible cuando se entra al barrio por la Av. de los Constituyentes (al 4099, esq. Pampa) es el Café El Faro, uno de nuestros queridos «Notables».

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Se desconoce si su nombre responde a las torres de señalización que sirven a los navegantes. Aunque es de suponer que cuando se inauguró, en 1931, seguro que obró como referencia para quienes entraban y salían de la ciudad a diario. El Café El Faro supo ser Almacén-Bar ocupando también el local vecino que da sobre Constituyentes. Hoy es un reducto que reúne todos los «materiales» disponibles de la cultura cafetera porteña: tres entradas, puertas vaivén, ventanas guillotinas, barra con banquetas. Y por si fuera poco un kiosco de diarios y revistas para hacerse de buena compañía durante la estadía. La decoración respeta la liturgia local, publicidades antiguas, viejas raquetas de tenis, máquinas singer y fotografías de músicos y cantantes que pasaron por el local. Sigue leyendo

La Puerto Rico

Dentro del listado oficial de Cafés Notables de Buenos Aires, La Puerto Rico ocupa un lugar de privilegio. Su ubicación en el Casco Histórico y su cercanía con diversos sitios de interés lo colocan en un podio de los cafés que ningún porteño puede desconocer y todo turista debe visitar. Particularmente es uno de mis preferidos porque lo he frecuentado a diario durante muchos años trabajando por la zona. Originalmente, desde 1887, el local estaba sobre la calle Perú entre Alsina y Moreno. Don Gumersindo Cabedo, su fundador, lo bautizó de esta manera recordando su paso por Puerto Rico. El local actual, en Alsina 416, abrió sus puertas en 1925.

La Puerto Rico

20130712_122539El mobiliario de La Puerto Rico es de excepción. El salón es muy amplio, con alrededor de 70 mesas con tapas de mozaico granítico negro y el nombre incrustado en estaño. Las bases de las mesas, sillas y boiserie (alcanza los dos metros de altura) son todas en madera.

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El patrimonio material de La Puerto Rico se completa de espejos biselados, el piso original con motivos caribeños, y su puerta de doble hoja de ingreso. No falta, por supuesto, la concebida foto de Carlos Gardel, un cuadro con motivos de Quinquela Martín y un homenaje a Enrique Cadícamo, habitué del lugar. Cadícamo vivió hasta los 99 años, casi todo el siglo XX. Nació en 1900. Es decir, fue contemporáneo, amigo, poeta y compinche de todos los tangueros que se puedan memorizar. Y, con seguridad, quien lo visitó más años. Sigue leyendo