Café Florida

Florida, Boedo 844

Café Florida – Ph: Café contado

En apenas 200 metros de la Av. Boedo hay dos Cafés Notables (Homero Manzi  y Margot), otros dos con igual capital simbólico (Trianón y Pugliese) y propuestas muy interesantes como Pan y Arte. Pero, además de estas notables opciones hay un café (Boedo 944) de los que apenas se notan, el Café Florida.

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Café Florida – Ph: Café contado

Para aquellos que aman la estética de los años ’70, el Florida es un templo en estado puro. Abrió en 1971 y desde entonces se mantiene igual. Es un auténtico café sin otras pretensiones de servicio y gastronomía que no sean las esperables y habituales a un “café de barrio” y no “del barrio, porque hay muchos” como afirma Luis, su propietario. Sigue leyendo

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Cafés del Centro/1

Corrientes y Esmeralda (1910)

Corrientes y Esmeralda (1910)

Como venía amenazando desde hace varias entregas, por fin el cronista dirige sus pasos al Centro para continuar con su recorrido de cafés de tango, tras visitar algunos establecimientos de la Avenida de Mayo que hicieron historia. Y por afán didáctico o simplemente de maniático que es, prefiere hacerlo siguiendo el orden ascendente de la numeración, para permitirle al sufrido lector ubicarse con más facilidad. No va a hacer parada en los peringundines -de mayor o menor categoría- de 25 de Mayo, que prefiere reservar para una futura serie de callejeos por boites, cabarets y otros “antros del pecado” que supieron engalanar a nuestra ciudad. Tampoco se detendrá en el Bar Reconquista, también conocido como “lo de Ronchetti”, donde Saborido creó La morocha, al que ya se refirió en septiembre del pasado año, así que su periplo debe iniciarse en la esquina porteña por antonomasia, Corrientes y Esmeralda, donde algún cacatúa que seguramente está solo y espera sueña con la pinta de Carlos Gardel.

Palacio Elortondo Alvear

Palacio Elortondo Alvear

Refiere el historiador Ricardo Llanes en Recuerdos de Buenos Aires que, a principios del siglo XX, esa intersección marcaba el límite de la zona elegante que tenía por eje la calle Florida y en la que se había establecido la gente “de posibles” cuando la epidemia de fiebre amarilla de 1871 la forzó a emigrar de Catedral al Sur hacia el Norte. Las familias de riqueza o apellido se afincaron en el perímetro que abarcan Cangallo, Reconquista, Esmeralda y Córdoba y que fue nuestro primer “barrio norte”, no el que actualmente recibe este tratamiento y que en realidad pertenece a Retiro y Recoleta. Todavía pueden verse, en un edificio del primer piso de la esquina suroeste de Florida y Corrientes, los frescos que pertenecieron al palacio Elortondo Alvear, local que por muchos años ocupó la casa de marroquinería Paco Mayorga y actualmente una hamburguesería que, por suerte, no tuvo la peregrina idea de taparlos con pintura o demolerlos. Esta esquina, pues, marcaba el inicio de “las luces” de Corrientes que se extendían hacia Callao casi sin solución de continuidad, y las iniciaba a toda orquesta, pues en pocos metros por Esmeralda se alzaban los teatros Odeón, en el número 367, y el Esmeralda en el 445, sala ésta que antes supo llamarse Scala y, desde el 4 de mayo de 1928, Maipo; un poco más hacia el Sur, en el 257-65, estaba el viejo San Martín y, por Corrientes, en el 699 -esquina que el ensanche demolió- se alzaba el cine-teatro Empire, en el 835 el Royal Theatre -luego Royal Pigall– y en el 860 el Óperahistory_royalpigall. En todas estas salas, tanto en obras teatrales como en espectáculos musicales, se estrenaron infinidad de tangos hoy clásicos, por lo que el almacén y bar El Guarany, ubicado en la esquina noroeste, era punto de cita casi obligado de artistas, músicos y cantantes. El escritor Bernardo González Arrili, criado en la “casa de fotografía y exposición de cuadros” de su padre, en el 838 de Corrientes, evocó en su exquisito libro Calle Corrientes entre Esmeralda y Suipacha que allá por el Novecientos: Hacia la esquina de Esmeralda, por la vereda de los nones (…) quedaba al fin un almacén, ‘El Guarany’; sobre Corrientes el despacho de comestibles, sobre Esmeralda el despacho de bebidas; la puerta de la esquina, ochavada y reducida, daba a los dos despachos, separados simbólicamente por una Caja tapiada por tres vidrios. En los escaparates de Corrientes (…) se mostraban, como en la mayoría de las casas del ramo, artículos de manducar, por lo general españoles e italianos (…) La otra vidriera de la vuelta era una botillería, que a los muchachos no nos interesaba gran cosa. Lo único que alguna ocasión detuvo nuestros pasos, era el grifo de brillante metal, con tres o cuatro extremos, por donde goteaba el agua sabiamente dosificada para la preparación lenta de los ajenjos, los suisés opalinos que siempre tuvimos ganas de probar”. En este café solían parar Gardel y Razzano que actuaban en el Esmeralda, donde “el mudo” estrenó en 1917, acompañado por José Ricardo, Mi noche triste. En El Guarany debutó en 1927 el primer sexteto de Carlos Di Sarli, integrado por César Ginzo y Tito Landó en bandoneones, José Pécora y David Abramsky en violines, Alfredo Krauss en el contrabajo y el director al piano, formación que sufrió diversos reemplazos y con la que grabó 48 temas, algunos de ellos con las voces de Santiago Devin, Ernesto Famá y Antonio Rodríguez Lesende.

A menos de cien metros, sobre la vereda de los pares y al lado del café Paulista que todos conocían como Los Inmortales, ya visitado por el cronista en repetidas ocasiones, se encontraba el Germinal, cuyo nombre podríamos atribuir a algún dueño de origen galo, ya fuera por dicho mes del calendario civil que impuso la Revolución Francesa o por la famosa novela de Emilio Zola. Más allá de estas suposiciones, pasaron por su palco en distintas épocas Pacho Maglio (¡cuándo no!), el prolífico Anselmo Aieta y Ernesto De la Cruz -los cuales hacían “doblete” con el Café El Nacional-, Elvino Vardaro, Osvaldo Pugliese y Aníbal Troilo.

Ensanche calle Corrientes y construcción del Obelisco

Ensanche calle Corrientes y construcción del Obelisco

Por la vereda de enfrente, sobre las puertas impares y frente a El Nacional se encontraba, hasta el ensanche de Corrientes, el café Los 36 billares que Ángel Pocho Gatti recordó en su tango Corrientes angosta: Corrientes de antes, Corrientes vieja/ de muchachito me conocés,/ yo he compadreado por tus veredas/ paré en el feca Los 36. Si bien muchos conjuntos pasaron por su escenario, el hecho más remarcable fue el debut en 1934 del sexteto de Pedro Laurenz, recién desvinculado de Julio De Caro, cuya formación venía sufriendo problemas internos desde la ida de Pedro Maffia. Laurenz no se fue solo, sino que llevó consigo al “cieguito” Armando Blasco en el segundo bandoneón, a Vicente Sciarretta en contrabajo y a José Niesso en violín, sumando a Sammy Friedenthal para secundar a Niesso y al joven pianista Osvaldo Pugliese, que hacía doblete con Elvino Vardaro en El Nacional y que también se ocupó de los arreglos. Parece que Laurenz se enamoró de esa cuadra porque cuando Los Inmortales fue reemplazado por un edificio de departamentos, en el número 922 de Corrientes, compró uno y allí vivió hasta su muerte.

El cronista ha nombrado repetidas veces al café El Nacional, que se encontraba pared por medio con el teatro epónimo y que fuera llamado “la catedral del tango”. Según relata Jorge Bossio, hasta 1905 se llamaba Café Lloveras, cambiando seguramente el nombre al inaugurarse en 1906 la tercera sala del teatro que había sufrido variadas vicisitudes. Allí actuó en la década de 1920 el sexteto de Anselmo Aieta, con Juan D’Arienzo y Juan Cuervo en los violines, Luis Visca al piano, Alfredo Corletto en contrabajo y José Navarro en el segundo bandoneón y, en 1929, se formó el sexteto Vardaro-Pugliese con Alfredo De Franco  y Eladio Blanco en bandoneones, Carlos Campanone como segundo violín y Alfredo Corletto, nuevamente, en el contrabajo. El Nacional cerró sus puertas en 1952, mientras el palco era ocupado por la orquesta de Juan Polito, pero su semblanza sería incompleta si no se mencionara que en su salón fue concebido, una noche de 1926, el tango El ciruja. Según Francisco García Jiménez, todo fue fruto de una apuesta que le hiciera el cantor y actor Francisco Alfredo Marino al bandoneonista Ernesto De la Cruz en el sentido de que era capaz de escribir una letra totalmente en lunfardo, lo cual por entonces no era muy aceptado. Aceptado el envite, Marino aportó los versos, y con la música del morocho De la Cruz fue estrenado en El Nacional el 12 de agosto por su propia orquesta, cantándolo Pablo Eduardo Gómez que, por su parte, había sugerido el título.

El cronista encamina ahora sus pasos hacia la siguiente cuadra, en la que si bien levanta sus torres la iglesia de San Nicolás, también abren sus puertas cafés y otros establecimientos de diversiones menos santas. Pero ese… será otro callejeo.

por Diego Ruiz (museólogo y cronista callejero)

mandinga.ruiz@gmail.com

Publicado en el periódico Desde Boedo, N° 143, junio de 2014

El Boliche de Roberto

Buenos Aires tuvo hasta avanzado el siglo XX varios almacenes con despacho de bebidas. Por lo general el almacén estaba en la esquina con ingreso por la ochava y en una pieza separa pero contigua, también con salida a la calle, estaba la barra donde se juntaban por la tarde los hombres (no estaba bien vista la mujer que frecuentara esos ambientes) a tomar alcohol y jugar a las cartas. Cuando la legislación se modificó, muchos terminaron derribando la pared que los separaba y ampliando el salón reconvirtiéndolo en grandes almacenes que luego derivaron en bares o restaurantes. Los hay y muchos. Y muy conocidos: el Bar de Cao, Miramar, Difei, etc. Pero existe un caso singular en Almagro. El almacén de la esquina cerró y cambió de rubro y quedó sólo el pequeño bar que con los años se convirtió en el Boliche de Roberto.

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El Boliche de Roberto está en Bulnes 331, casi esquina Perón. En diagonal a la Plaza Almagro. Es uno de los Cafés Notables de Buenos Aires. Pero lo suyo es el bajofondo. Abrió en 1893 y se lo conocía como «La Casaquinta». Tenía palenque donde descansaban los caballos de los carreros que iban al Mercado de Abasto. Más tarde se lo llamó 12 de Octubre (es su nombre oficial). En 1960 Roberto con su hermano Jorge heredan el almacén-bar. Sigue leyendo

Cafés de Palermo

Andaba el cronista, el mes pasado, recorriendo los cafés de Villa Crespo y sobre el cierre amenazó con rumbear para el lado de Palermo, cuya historia tanguera está íntimamente ligada a la de aquél, seguramente por vecindad. Y si bien no se trata de un café como los que viene glosando, sino de un salón de baile, no podía dejar de pasar por el pasaje Argañaraz, una sola cuadra que corre entre Estado de Israel y Lavalleja, en ese triángulo que completan Córdoba y Scalabrini Ortiz que un agente inmobiliario algo avispado pretendió, no hace mucho, llamar Palermo “Queens”. Se alzaba allí, en tiempos del Centenario, un salón cuyo real nombre ignoramos, pero ha pasado a la historia -o a la leyenda- con el nombre de la calle y al que Roberto Firpo dedicó, en 1913, el tango homónimo. En 1930 se le ocurrió a Enrique Cadícamo ponerle letra -como haría con No, un hermoso tema de Eduardo Arolas que fue rebautizado Café de Barracas– y, a partir de la grabación de Carlos Gardel, pasó a ser conocido como Aquellas farras.

El_bulin_de_la_calle_Ayacucho_tapa_72A unas pocas cuadras, cruzando la entonces Canning, se encontraba el restaurante y café ABC, en el 602 de Rivera, donde Villa Crespo se confunde con Villa Malcolm. El cronista ya ha comentado que una Ordenanza de 1893 había nombrado Triunvirato al tramo de Corrientes que corría entre Río de Janeiro y Federico Lacroze y, en este caso, una disposición de don Torcuato de Alvear de 1882 había designado Rivera al tramo de Córdoba entre Gascón -donde se bifurcaba de Lavalle (hoy Estado de Israel)- y dicha avenida Lacroze. El ABC fue, en la década de 1920, el escenario de algunos de los protagonistas de la renovación que se iba produciendo en el tango y a la que se le ha dado fecha fundacional en 1923, cuando Julio De Caro se hizo cargo de la orquesta de Juan Carlos Cobián, que se había ido a Nueva York -según las malas lenguas- detrás de una señorita. Así, sabemos que entre 1921 y 1922 actuó en su palco el bandoneonista villacrespense José Servidio (quien escribió la letra de El bulín de la calle Ayacucho junto con su hermano Luis), que venía del café La Puñalada de Triunvirato y Gurruchaga, con Bernardo Germino y César Pizzella en los violines y José Tanga al piano.

El reemplazo de Servidio, en el año 1923, fue de lujo: el pianista Roberto Goyheneche (que así se escribía el apellido, bien vascuence), encabezaba un sexteto integrado por Pedro Láurenz y Enrique Pollet en bandoneones, Emilio “el rengo” Marchiano y Juan Marischi en violines y Luis Bernstein (autor de Don Goyo) en el contrabajo. Goyheneche falleció en 1925, con sólo 27 años, pero entre otros notables tangos nos dejó Pompas y Yo te perdono, con letras de Cadícamo, y De mi barrio, con letra propia y popularizado por Rosita Quiroga (“Yo de mi barrio era la piba más bonita…”). En el incesante ir y venir de conjuntos que caracterizaba la época, Servidio reincidió en el ABC en 1924, incorporando a Tito Roccatagliata en el violín, y este mismo año, debutó con sexteto propio Enrique “el francesito” Pollet, que completaba Antonio Romano en el segundo fuelle, Bernardo Germino y Emilio Marchiano en violines, Luis Bernstein en el contrabajo y el jovencito Osvaldo Pugliese detrás del piano. El conjunto tuvo una larga actuación, con algunos cambios, como José de Grandis (autor de las letras de Cotorrita de la suerte y Amurado) por Marchiano, entre otros. Allí habrían estrenado Recuerdo con letra del palermitano Eduardo Moreno, si bien algunos historiadores sostienen que el estreno exclusivamente musical habría sido, poco antes, en el café Mitre de Villa Crespo por el sexteto del bandoneonista Juan Fava. Lo cierto es que Pugliese, que había debutado en 1921, con sólo 15 años, en el café de La Chancha de Rivera y Godoy Cruz, ya se abría camino como destacado intérprete y compositor, si bien sus primeras partituras -aparentemente por razones legales, dada su minoría de edad- aparecían firmadas por su padre Adolfo. También ese notable año 1924 actuó en el ABC Ricardo “la nena” Brignolo (Chiqué), con Ernesto Bianchi como segundo bandoneón, Antonio Arcieri y Marcos Larrosa en violines, Roberto Goyheneche al piano y Carmelo Mutarelli (quien compuso la música de Mano cruel, con letra de Armando Tagini) en el contrabajo.

Siguiendo nuestro recorrido por Palermo, en la esquina de Canning y Costa Rica se alzaba el café El Maratón donde actuaba, en 1912, el trío integrado por Manuel Aróztegui al piano, Paulino Facciona en violín y Manuel Firpo en el bandoneón. Aróztegui, era negro y Oriental, había venido muy niño a Buenos Aires y, según contó a los hermanos Bates, sintió nacer su amor por la música allá por 1905, cuando concurría a escuchar a Juan Pacho Maglio en un café de Thames y Guayanas (hoy Niceto Vega). Lo cierto es que la temporada en El Maratón sólo duró seis meses, pues un batifondo terminado en tiroteo disuadió al dueño de seguir contando con número musical, por lo que Aróztegui se mudó a un café de amable recuerdo para los boedenses: El Capuchino de Carlos Calvo 3621. En este local, que luego se llamaría Cine Los Crisantemos y pizzería El Clarín -cuando fue la segunda sede de la Peña Pacha-Camac- estrenó su tango El apache argentino en 1913, año en el que también compuso El cachafaz, dedicado al bailarín Ovidio José Bianquet, así apodado y que vivía en un conventillo de Independencia y Boedo donde hoy se alza una sucursal del Banco Nación. Mientras Aróztegui actuaba en El Maratón, en el Atenas, de Canning y Santa Fe, hacían roncha nuestros viejos conocidos los hermanos Santa Cruz, el bandoneonista Domingo y el pianista Juan con Carlos Hernani Macchi en flauta y Alcides Palavecino en el violín, quienes venían de tocar en La Morocha de Triunvirato y Carril.

villa crespo 1Antes de enfilar por Santa Fe hacia el Maldonado, el cronista no puede dejar de mencionar otros dos establecimientos: por un lado, más hacia la Recoleta, y pasando la sombra ominosa de la Penitenciaría Nacional, una glorieta que existía en la avenida Las Heras frente a la iglesia de San Agustín, donde actuaron entre 1915 y 1925 los conjuntos de Vicente Greco, Roberto Goyheneche y Juan Carlos Bazán. Según algunos estudiosos, hacia 1924 solía caer por este recreo Pedro Láurenz después de sus actuaciones en Radio Cultura, y en él estrenó su primera composición, La Revancha. Por otro lado y de nuevo hacia el norte, en la intersección de Las Heras y Bulnes, existía allá por 1914 un almacén y bar donde sentó sus reales el palermitano Adolfo Alejandro Pérez, más recordado por su sobrenombre “Pocholo”, actuando con un trío que completaban Enrique Greco en el violín y Elías De Lellis en la guitarra, cobrando dos pesos por cabeza y por noche.

Como lo prometido es deuda, el cronista se dirige ahora hacia el corazón de Palermo, hacia la ribera del Maldonado que ya visitara el mes pasado en sus andanzas por Villa Crespo. Allí, a pocos metros de los “Portones” de Palermo cuyas puertas abrían el camino a las cervecerías y recreos que en la primeras década del siglo XX fueron el centro de la noche porteña, existían otros lugares cuya historia quedó íntimamente entrelazada con el tango, como el Café La Paloma que aún recordamos en la voz de Ángel Vargas. Pero ése… deberá ser otro callejeo.

 

por Diego Ruiz (museólogo y cronista callejero)

mandinga.ruiz@gmail.com

Publicado en el periódico Desde Boedo, N° 139, febrero de 2014

http://www.desdeboedo.blogspot.com.ar/#!http://desdeboedo.blogspot.com/2014/02/n-139-febrero-2014.html

 

Cafés de Villa Crespo

Anduvo, el cronista callejero, recorriendo cafés de tango durante todo el año pasado y en la entrega de diciembre prometió rumbear para otros barrios que mucho tienen que ver con el tema, como Villa Crespo  y Palermo. Así que… allá vamos.

Fábrica Dell cqua

Fábrica Dell’Acqua

Villa Crespo nació, como tantos otros barrios porteños, al compás del loteo de las viejas quintas motivado por el crecimiento de Buenos Aires después de su federalización, el paso del tranvía por las adyacencias y, en muchos casos, por la instalación de alguna importante industria. En este caso fue la Fábrica Nacional de Calzado, hasta entonces ubicada en la calle Balcarce, la que necesitando ampliar sus instalaciones adquirió en 1885 casi treinta hectáreas delimitadas por el Camino de Moreno (Warnes), Ministro Inglés (Scalabrini Ortiz), Boulevard Corrientes y el cauce del Maldonado. En 1888 comenzó las obras de la planta en la manzana de Gurruchaga, Murillo, Acevedo y Padilla, mientras en los alrededores construía viviendas para los futuros obreros con “formato” de conventillo, es decir largos terrenos con un patio central a cuyos lados se ubicaban los “departamentos” individuales, como el luego llamado “Conventillo Nacional” que tenía entrada por Serrano 148-158 y salida por Thames 152. Pronto se instalaron otras fábricas, como los Talleres Metalúrgicos Máspero Hnos., en Serrano 250, la Curtiembre Villa Crespo en 1901 -que a partir de 1919 pasó a llamarse La Federal-, y una empresa cara a los boedenses, la textil Dell’Acqua en Corrientes y Thames, con otro edificio en Darwin, Loyola, vías del ferrocarril y Aguirre construido en 1906. Esta empresa tuvo numerosas tiendas propias en diferentes barrios, como la ubicada en la esquina sudoeste de Independencia y Boedo, que conserva en su frontis el emblema de la marca.

Como en otros casos, por ejemplo la curtiembre de Luppi en Pompeya que el cronista ha citado tantas veces, la radicación de estas industrias en estos parajes fue decidida por el bajo valor de las tierras, generalmente anegadizas, y por la cercanía de algún curso de agua en el que verter los efluentes, en este caso el arroyo Maldonado. En fin, en esos tiempos no había mucha conciencia ecológica, pero esas empresas generaban gran cantidad de puestos de trabajo y así se fue formando el barrio, con un fuerte componente proletario y con eje comercial sobre el Boulevard Corrientes, que por Ordenanza de 1893 pasó a llamarse Triunvirato -desde Ángel Gallardo hasta Federico Lacroze- hasta 1937, en que volvió a ser Corrientes a secas.

unión cívicaComenzando nuestro recorrido hacia el Oeste, casi en el deslinde con Almagro, se levantaba el café La Morocha en en la esquina sudeste de Corrientes y Carril (hoy Aníbal Troilo), donde tocaban allá por el Centenario los hermanos Santa Cruz, el legendario Domingo al bandoneón y Juan al piano, acompañados por Carlos “Hernani” Macchi en flauta y Juan Orioli en el violín. Acotemos que Domingo fue el autor del recordado Unión Cívica que, contra lo que muchos suponen, no se refiere al partido de los boinas blancas sino a su opositor, la Unión Cívica Nacional que respondía a Bartolomé Mitre. En este café también tocó en sus mocedades Augusto Berto (el de La Payanca), cuando aún era alumno de José Piazza.

En el cruce con Canning, que recibió este nombre por la Ordenanza de 1893 antes citada, se levantaba el almacén de Tachella, que había sido pulpería en los tiempos de Rosas, y a partir de allí se concentraban, en pocas cuadras, los más importantes comercios y establecimientos del barrio. En Corrientes 5375, casi Acevedo, se alzaba el Conservatorio Musical Odeón, de un maestro D’Agostino. Allí hizo sus primeros estudios Osvaldo Pugliese, al que su padre había enviado a estudiar violín, y allí descubrió el piano que ya no iba a abandonar. En la siguiente cuadra hacia el Oeste, entre Acevedo y Gurruchaga, existían dos baluartes del tango barrial. Por un lado el café San Bernardo, en el 5434,que llevaba el nombre de la parroquia pero al que muchos le decían “El Nacional de Villa Crespo”, comparándolo al café céntrico; contaba con un amplio salón, rincón para billares y un palco en la mitad de la sala. Allí hizo sus primeras armas la bandoneonista Paquita Bernardo y actuó con distintos conjuntos José Servidio, quien le puso música a los versos El bulín de la calle Ayacucho de Celedonio Flores, los tres nacidos o vecinos de Villa Crespo. Por su parte, en el número 5456, se alzaba otro lugar mítico, el café de Peracca -también llamado Salón Peracca– citado por Cadícamo en Viento que lleva y trae. Había sido construido por José Cervera en 1890 como Teatro Villa Crespo y por su salón pasó la vida cultural de la primera década del siglo hasta que lo compró el comerciante José Peracca, que le dio su apellido y lo destinó a reuniones bailables donde también actuaron los hermanos Santa Cruz, tanto como Vicente Greco. Después de otros destinos como venta de adornos y la imprenta del periódico vecinal El Látigo, dirigido por Domingo Di Filpo, fue demolido en 1945.

adan-buenosayresAl llegar a Gurruchaga se encontraba el café La Puñalada, cuyo palco era frecuentado también por José Servidio con Luis Bernstein en contrabajo y Juan Pedro Castillo en violín y, pocos metros después, en el número 5566, la glorieta La Victoria de Rossini, citada por Leopoldo Marechal en su Adán Buenosayres. Estos establecimientos contaban con un espacio al aire libre donde se podía tomar cerveza, escuchar música, bailar o inclusive jugar a las bochas. En este caso, pertenecía a Ciro Rossini y en su palco actuaron en diferentes épocas el ya citado Servidio, Paquita Bernardo, el “Tano” Genaro Espósito, Héctor Mauré y Mario Pugliese. Al cierre de la glorieta, el local pasó a ser el café La Victoria.

Otro recordado café del barrio fue el Venturita, en el cruce de Corrientes y Serrano, donde actuaron Augusto Berto (bandoneón), Domingo Salerno (guitarra) y Francisco Canaro en la década de 1920. Éste último cuenta en sus Memorias que el techo del local era algo bajo, por lo que el palco quedaba tan encimado al mismo que le causaba numerosos inconvenientes para ejecutar el violín.

Siguiendo nuestro recorrido, se nos presenta un problema historiográfico que no podemos eludir. En la esquina sudeste de Corrientes y Dorrego se alzaba desde el último tercio del siglo XIX la pulpería del catalán José Más, que luego fue el café La Tapera. Algunos testigos e historiadores juran y perjuran que allí estuvo el café Trianón, citado por Enrique Cadícamo en el tango Muñeca brava; otros dicen que no, que la referencia es sólo una ironía, pues el “Gran Trianón” fue un palacio construido por el rey Luis XIV, mientras el “Pequeño Trianón” lo fue por Luis XV, contando éste último con biblioteca, invernadero, escuela botánica, zoológico y otras lindezas. “Sos del Trianón… del Trianón de Villa Crespo” dice el poeta en relación a la mina que se hace la francesa pero cuyo origen es bien proletario, como lo era en ese entonces el barrio al que nos estamos refiriendo. El problema es que las viejas guías de Buenos Aires como la Kraft, así como las telefónicas, no consignan los comercios por su nombre de fantasía o “marca”, sino por la razón social que los explota, por lo cual es posible que la polémica no tenga solución, por lo menos hasta que aparezcan testimonios fehacientes en uno u otro sentido.

nuabcSi bien ha debido dejar en el tintero muchos otros lugares de tango, salones y peringundines varios, el cronista debe ahora dirigir sus pasos hacia el límite con Palermo, en busca de dos lugares que pertenecen a la leyenda porteña, el salón Argañaraz  de la cortada epónima y el café ABC, de Canning y Córdoba. Pero ese… será otro callejeo.

 

 

 

por Diego Ruiz (museólogo y cronista callejero)

mandinga.ruiz@gmail.com

Publicado en el periódico Desde Boedo, N° 138, enero de 2014

http://www.desdeboedo.blogspot.com.ar/#!http://desdeboedo.blogspot.com/2014/01/n-138-enero-2014.html

 

Café Osvaldo Pugliese (Centro Cultural de la Cooperación)

La calle Corrientes es el eje cultural de Buenos Aires. Cafés, librerías y teatros sostienen entre sí un largo diálogo que lleva varias décadas. El tramo que va de la Av. 9 de Julio a Callao es su tramo más representativo y los 100 mts entre Montevideo y Paraná su epicentro. En esta cuadra, frente al emblemático Teatro Gral. San Martín, al 1543, se encuentra el Centro Cultural de la Cooperación – Floreal Gorini (CCC) y en su interior un tentador café que lleva un nombre que dejó huella en esta arteria: Osvaldo Pugliese.

20140207_140220El Café Varieté Osvaldo Pugliese es el espacio de descanso de un magnífico Centro Cultural con una riquísima oferta de puestas teatrales, música, cine y artes visuales. Comparte un mismo espacio (planta baja al fondo) con un local de la Librería Antígona dando al lugar la sensación de estar en un café babélico donde perderse detrás de buena lectura. Son muchos los cafés librerías que cerraron sobre Corrientes y el Pugliese es una propuesta de primerísimo nivel (el café que se sirve es del Establecimiento Gral. de Café) que viene a rescatar una costumbre bien porteña. Sigue leyendo

El falso Jorge 2. El regreso.

Al falso Jorge lo conocí al heredar dos sillas bajas, del tipo butacas, de pana marrón. Fue él como podría haber sido cualquier otro de las decenas de tapiceros que existen en Boedo. Pero, éste quedaba dentro de mi circuito diario hacia la boca del subte o rumbo al Margot (mi parroquia preferida).

La tapicería quedaba en la calle Castro Barros casi Constitución y su nombre figuraba elocuentemente grabado en la vidriera: “Tapicería Jorge”.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA¿Jorge?, fue mi pregunta retórica a la persona que atendía. Me respondió asintiendo con una mueca que entendí obvia y que resultó el inicio de una relación que se desarrolló fluida y recurrente. El falso Jorge era casi un vecino, sin embargo nunca lo había visto. Y pronto pasó a convertirse en una persona omnipresente en mis caminatas por el barrio. Además de verlo en la tapicería a diario, donde mis dos sillas del tipo butacas de pana marrón se apilaban junto a otras tantas que certificaban un evidente retraso en los trabajos, comencé a encontrármelo en el subte, comprando en el mercado o sentado a una mesa del Homero Manzi que da a la Avenida San Juan. “Hola Jorge” pasó a convertirse en una frase que repetí hasta el hartazgo. El falso Jorge siempre estrenaba un problema nuevo de salud: exceso de azúcar en la sangre, la presión por el piso o el colesterol por las nubes. El hecho singular de mi tapicero de Castro Barros era que, una vez conocido el diagnóstico, profundizaba el consumo de aquellas cosas que le hacían mal para confirmar el informe inicial y descartar algo peor que le hubiesen ocultado.

_la-taberna-de-roberto-inclan-1-1348396628Hola Jorge, dije como de costumbre un mediodía que lo crucé a pocas cuadras de la tapicería, en la parrilla “El Turf”. El falso Jorge le entraba sólo a una fuente de mollejas y chinchulines de las que comen tres. Le habían diagnosticado gota y estaba asegurándose que el malestar posterior tuviera relación con el dictamen. Otra vez, yendo hacia el subte, volví a repetir el “Hola Jorge” a través del vidrio del Homero Manzi cuando lo vi en su mesa de siempre atacando seis medialunas de manteca. No había que ser médico para adivinar que un nuevo estudio le habría arrojado colesterol alto o diabetes. La pena es que nunca hubiese sufrido de ciática o reuma como para dedicarle horas extras, más un fuerte dolor de espalda, a los trabajos atrasados. Hola Jorge. Hola Jorge. Hola Jorge, seguía repetiendo cada día y cada tarde que en la tapicería o caminando por Boedo durante meses.

Un buen día estábamos charlando en la vereda mientras me comentaba de un nuevo dolor cuando se detuvo un auto. La conductora bajó la ventanilla y lo llamó: ¡Pedro!. Mi tapicero hipocondríaco se le acercó y mantuvieron un diálogo. Cuando regresó le pregunté sorprendido:

-¿Usted no se llama Jorge?

-No, Jorge era mi hermano. Cuando falleció me quedé con el local.

-¿Pero usted es tapicero?

-No, estoy conociendo el oficio. Siempre vendí artículos de limpieza.

falso jorgeMeses meses más tarde, el falso Jorge me entregó el trabajo que hoy se luce en el living de casa. Al tiempo la tapicería cerró y dejé de verlo. Pronto me hice a la idea que, finalmente, el falso Jorge, de tanto insitir, le había ganado la apuesta a su destino y sucumbido frente a sus temores más severos.

 

Hace un par de sábados, yendo a Misa en el Margot tuve una aparición. Sobre la calle Carlos Calvo al 3800 reconocí al falso Jorge charlando con un cliente en su nuevo local. Seguramente le estaría contando que le dolía algo. O a lo mejor ya aprendió el oficio. A partir de ese día volví a verlo con frecuencia. Ahora para en el Café Osvaldo Pugliese, Carlos Calvo y la Av. Boedo. Ah, y el nuevo local se llama “Tapicería Jorge”.

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