Fotos que dicen/23

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«Los egipcios fueron entendidos a partir de la lectura de sus jeroglíficos; a los aztecas se los comprendió interpretando su escritura pictográfica; los porteños seremos explicados por nuestros pisos.»

Café contado

 

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El Café de la Esquina

El Progreso

El Progreso, Montes de Oca y California, Barracas

Buenos Aires es una ciudad de Cafés. El bien merecido título podría ser discutido en cafeterías de Praga, Viena, París o Madrid. Sin embargo, ninguna de éstas acredita el vínculo entre el Café y el Tango. La tradición por el Café en nuestra ciudad viene desde la Colonia, pero fue cuando irrumpió nuestra máxima y más original creación que se constituyó un maridaje perfecto. La inmigración de la primera mitad del siglo XX también supo agregarle a nuestros Cafés un tinte distintivo que los distingue. Sirvieron como espacio de contención espiritual y salida laboral a miles de recién llegados que dejaban mujeres e hijos al otro lado del océano. Poetas, escritores, compositores, sentados a sus mesas encontraron la musa inspiradora que le puso letra y música a Buenos Aires. El tango con su profundidad, capacidad de decir y corajuda autocrítica, convirtió a los Cafés en Aulas Magnas. La escuela de todas las cosas (Cafetín de Buenos Aires, E. S. Discépolo). Para el porteño el Café es religión y su templo, el Café de la Esquina.

Así como otras ciudades se vanaglorian de que cada 400 mts. hay una parada de subtes, Buenos Aires lo hace con sus cafés. Están los que alcanzaron la jerarquía oficial de Notables y los que apenas se notan. Todos aportan a la construcción de nuestra identidad. El Café de la Esquina es un faro, atalaya de historias de barrio. Es el mojón a partir de  cual se trazan distancias o tejen redes borgeanas de vínculos. Funciona tanto de punto de encuentro entre parroquianos amigos como rincón para la soledad reflexiva. En su interior se medita, escribe, lee, espera, sufre, conversa, discute, acuerda, ama, escucha, aprende. El Café de la Esquina, en estado puro, está conformado por un código genético que puede ser reconstruido en el imaginario de todo porteño. Hoy, son pocos los que mantienen esa estructura matricial. La que genera que al atravesar el umbral de la ochava se experimente la sensación de armonía, serenidad y paz que transmite la naturaleza. Sin embargo, luzcan como luzcan, lo que no se ha modificado es la devoción por visitarlos. El fiel no se detiene en el cumplimiento irrestricto de la liturgia local (que incluye: piso en forma de damero, mostrador de estaño, grifo con forma de cisne, espejos bicelados, sillas y mesas de madera, ventilador de pared, imágenes de grandes campeones de box, estrellas del espectáculo, santos populares, banderines de fútbol, etc.). Sin medir riqueza ni mobiliario, el porteño sostiene su diálogo íntimo y cotidiano tanto en grandes cafés que parecen catedrales o en propuestas más sencillas similares a iglesitas de pueblos de provincia.imágenes paganas

La Chirilísima, Olavarría y Del Valle Iberlucea, La Boca

El Café de la Esquina es un espacio común del gran condominio que es Buenos Aires. Está cargado de información que nos resulta familiar y contiene. Todos somos sus hijos adoptivos y volvemos cotidianamente a entablar ese vínculo íntimo con los sentimientos más puros y profundos.

Diez ejemplos n(N)otables

1. Varela Varelita, Scalabrini Ortíz y Paraguay, Palermo

1.Varela VarelitaSu nombre viene de su dueño, Varela, y de su hijo, Varelita. Fue bunker del Frepaso cuando la fuerza empezaba a trazar sus primeras líneas de acción. El Chacho Álvarez, vecino, lo transformó en su “despacho” vicepresidencial. Y siguió frecuentándolo a diario hasta que lo destinaron en Montevideo. Adoptado por directores de cine, gente de TV y escritores. Cuentan que fue Héctor Libertella quien les hizo creer a los dueños que el whisky JB se llamaba así por José Bianco. Por eso cuando se pide una medida la orden que llega a la barra: «Marche un Pepe Bianco!»

2. El Banderín, Guardia Vieja y Billinghurst, Almagro

El BanderínComenzó siendo, por la década del ’20, un almacén-bar llamado “El Asturiano”. El nuevo nombre viene a partir de su actual dueño, Mario, “El Alemán”, quien comenzó a juntar banderines para exhibirlos. Hoy, la colección, también incluye camisetas como la del gol a Nigeria de Caniggia en EEUU ’94. Dos incunables: un cuadro del equipo del River del ’36, el del debut de Pedernera y Labruna, hecho con papeles de marquillas de cigarrillos y cocido por los presos de Devoto como regalo a la visita que les hiciera Troilo a la cárcel. Fallecido Pichuco, su sobrino, se lo regala a Mario. El otro, un banderín del C. S. y D. El Tábano, club del célebre “Polaco” Goyeneche, está cocido con hilos de oro y existen sólo 20 ejemplares.

3. Florencio Sánchez, Deán Funes y Chiclana, Parque Patricios

20130701_131343El Florencio Sánchez es un café que data de 1929. Está en el límite entre Parque Patricios y Boedo. En una de las siete esquinas que traza la diagonal Chiclana cuando atraviesa la Av. Garay. La esquina correcta es Deán Funes y Chiclana. El sitio transpira fútbol de dos cuadros con anclaje barrial: Huracán y San Lorenzo. Sin embargo, sus actuales dueños son fanáticos del Deportivo La Coruña. Y con este dato es innecesario agregar el origen. Café que cobijó de niño al Bambino Veira y le dio letra a muchas de sus reconocidas frases. Supo funcionar como cueva de quinieleros que se escondían en el baño cuando husmeaban a la policía. Y hablando de baño, los caballeros no se equivoquen, está señalado como viorsi.

4. El Progreso, Montes de Oca y California, Barracas

El ProgresoEl noble edificio fue construido en 1911 y resulta fácil imaginar el carácter referencial que habrá adquirido a principios del siglo XX cuando al cruzar el Riachuelo desde Barracas al Sud (Avellaneda) se tomaba por la Calle Larga (Montes de Oca) rumbo al centro de la ciudad. El Progreso ya funcionaba cuando María y su marido se hicieron cargo del Café hace poco más de 50 años. Que Barracas fue una de las cunas del tango lo certifica en El Progreso de los tangueros Ángel Vargas, Ángel D’Agostino y Juan D’Arienzo. Sus amplias dimensiones sirvieron de escenario a varias películas. El Diario Clarín lo utilizó para su campaña de promoción de su 60° Aniversario.

5. Margot, Boedo y San Ignacio, Boedo

MargotEn la década de los 40, el matrimonio Torres, dueños en la misma esquina del entonces reconocido Trianon, inventaron el sándwich de pavita cuyo secreto era que estaba elaborada al escabeche. En la actualidad se sigue vendiendo con la misma calidad original. Algunos de sus célebres consumidores fueron: el diputado socialista Alfredo Palacios, el presidente Perón que mandaba a su chofer a buscar el pedido, el poeta Julián Centeya y Ringo Bonavena.

 

6. Bar de Cao, Independencia y Matheu, San Cristóbal

Bar de Cao

Foto: Hans W. Muller

Los hermanos Cao dieron forma a esta esquina del barrio de San Cristóbal en 1930 (aunque el bodegón, como tal, data de 1915) y durante 70 años estuvieron al frente del establecimiento que nació, con ellos, como almacén con despacho de bebidas. Con los años, el juego de naipes por dinero fue una constante. En el fondo se juntaba gente de prontuario con parroquianos y transeúntes ocasionales. La vieja máquina de hacer café, que aun se conserva como pieza de museo, jamás les funcionó a los hermanos Cao, el café servido era de filtro. Los Cao siempre decían: «la máquina se nos descompuso ayer».

7. El Federal, Perú y Carlos Calvo, San Telmo

El FederalSin lugar a dudas integra el podio de los mejores Cafés de Buenos Aires. El edificio data de mediados del siglo XIX y allí funcionó una pulpería y una casa de citas o de «tolerancia», o sea, un prostíbulo. En los años ’50 (del siglo XX) se perpetró un crimen pasional. La agraciada hija del entonces dueño noviaba con un individuo que descubrió la traición de la joven y la mató en el lugar. La leyenda cuenta que el fantasma de ella aun ronda las viejas mesas de El Federal.

 

8. Los Galgos, Callao y Lavalle, San Nicolás

20130628_151328La casa de dos plantas fue residencia de la familia Lezama y data de 1880. En 1920 fue alquilada a la empresa Singer que instaló un local de venta de máquinas de coser. En 1930, un asturiano, amante de las carreras de galgos, lo convirtió en bar almacén. Don José Ramos lo compró en 1948, hoy lo atienden sus hijos. Entre los ’50 y los ’70 Los Galgos abría las 24 hs. Era el Café de Discépolo y Troilo. Y una vez al mes, también de Pugliese que tenía a su médico a media cuadra. Los políticos radicales lo tomaron como “Ateneo”, tres presidentes: Frondizi, Alfonsín y De la Rúa fueron sus clientes.

9. Roma, Anchorena y San Luis, Balvanera

RomaAsí como Eduardo Galeano afirma que en el Café Brasilero de Montevideo todos los días toma un café con Dios (es el apellido de la moza), en el Roma se puede hacerlo con Jesús. Don Jesús y su primo Laudino lo atienden desde 1951, pero el Café funciona desde 1927. Por sus mesas desfilaron Norma Aleandro, María Vaner, Leonardo Favio, que se cruzaban de la Escuela de Teatro de don Pedro Aleandro. A sólo dos cuadras está la casa de Carlos Gardel. No existen testimonios comprobables, pero alguien puede afirmar que el Zorzal nunca entró a este templo que queda a sólo 200 mts de su casa y a 150 del Mercado de Abasto?

10. Oviedo, Lisandro de la Torre y Av. de los Corrales, Mataderos

OviedoSu fachada testimonia que abrió sus puertas en 1900 aunque algunos sostienen que funcionaba desde antes, incluso  antes de que se colocara en 1898 la piedra fundamental del Matadero Municipal. Los palenques por sobre Tellier (hoy Lisandro de la Torre) y Nueva Chicago (hoy Avenida de los Corrales) ya no están, pero entrar al Oviedo es hacerlo a un bar pulpería de la llanura pampeana. Un habitué era Ángel Riverol, guitarrista de Gardel y vecino del barrio. Los cantantes Ignacio Corsini y Alberto Castillo conocieron de su ginebra, y Virulazo, bailarín de tango como pocos, también compartió tertulias y tardes de billar.