Las Richmond

La memorable Confitería Richmond de la calle Florida 468 supo tener tuvo dos hermanos mayores. Y algunos parientes lejanos más. En las primeras dos décadas del siglo XX Buenos Aires adquirió una dinámica transformadora que dejaba atrás su imagen aldeana de diseño colonial para pasar a reconocerse como una metrópoli ilustrada y cosmopolita sin pesarle su posición periférica en el mundo. Tanto fue así, que peleó con Nueva York ser puerto de destino para millones de inmigrantes. Se remodelaron edificios y aparecieron muchos nuevos. Es en la arquitectura, símbolo de una lucha del pasado con el presente y de la interposición entre ambos, donde algunos Cafés empiezan a diferenciarse. Comienzan a separarse de los despachos de bebidas y almacenes y pasan a llamarse Cafés Principales o, directamente, Confiterías. La “Richmond” abrió en 1917. Fue la hermana rica de otros dos bares homónimos, y de mismos dueños, uno ubicado sobre Esmeralda, frecuentada por gente de medio pelo y otra sobre Suipacha, reducto de “burreros”. La foto 1 pertenece al local de Esmeralda 444, circa 1940, debidamente aggiornado, pero con el rótulo Bar, muy lejos del glamoroso edificio de Florida proyectado por el arquitecto belga Julio Dormal, el mismo que concluyó el Teatro Colón, con sus sillas y sillones estilo Chesterfield tapizados en cuero, sus mesitas Thonet y sus arañas de bronce y opalinas traídas especialmente de Holanda. La foto 2 es del local sobre la calle Suipacha. La 3° es de 1930 y si bien no me consta que sea del mismo grupo todo hace suponer que el Kiosco Richmond al paso en la Estación Retiro sea otro miembro menor de la familia.

Foto 1. Richmond de Esmeralda.
Foto 1. Richmond Esmeralda
Foto 2. Richmond Suipacha
Foto 3. Richmond al paso Estación Retiro
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De los «clandestinos» a Hansen

Av. de Mayo entre Bolivar y Perú_1936 coppola

Ph: Horacio Coppola

Anduvo el cronista recorriendo los recreos, salones, teatros y teatrillos que podrían considerarse antecedentes del cabaret en la medida en que, aparte de presentar números musicales o más o menos artísticos, también ofrecían un servicio de bebidas y comidas. Proponía, entonces, rumbear para el lado de Palermo, donde floreció una serie de locales similares entre fines del siglo XIX y la segunda década del XX que ha ingresado en la mitología de Buenos Aires. Sin embargo, sería injusto no mencionar antes algunos salones más reservados en los que se daban las mismas circunstancias y constituían lugares de sociabilidad, los llamados «clandestinos». Sí, estimado lector, no se escandalice… Esos establecimientos más o menos lupanarios eran también centros de reunión en los que se alternaba tanto con las damas como con amigos o conocidos con los que se cerraban negocios o tramaban artimañas políticas o electorales mientras un pianista o una orquestilla amenizaban la velada. Muchos personajes que ahora son próceres (y que no nombraremos porque tienen descendientes) los frecuentaron, como uno que existía en la calle Cerrito entre Cangallo y Bartolomé Mitre, en la manzana que se llevó la 9 de Julio, y tenía fama de ser el más lujoso de su tiempo. El destacado periodista Roberto Llanes evoca, en su libro Recuerdos  de Buenos Aires (Cuadernos de Buenos Aires Nº XI; Buenos Aires, MCBA, 1959, p. 47 y ss.), estos salones: “Dentro del contorno céntrico cuyos límites hemos señalado (Bartolomé Mitre, Córdoba, Florida, Cerrito) eran en buen número las casas francesas que hospedaban exclusivamente a mujeres con más o menos filiación de artistas (…) Se nos ha quedado en la memoria, y como fundidas con lentitudes de repetidas brasas algunas numeraciones de aquellas casas en las cuales, no una, sino muchas veces, tuvimos ocasión de ver verdaderos banquetazos donde el desprendimiento de los adinerados muchachos porteños hacía ostentación en las repetidísimas botellas de champagne Pommery, Moët Chandon y otras marcas (…) Y varias de ellas continúan en su respectivo lugar: Bartolomé Mitre 754, frente al primitivo café de Los 36 Billares, finca que con los años ocuparía el Conservatorio Musical de don Alberto Williams; Cerrito 475 y 590; Esmeralda 334, 454 y 543; Carlos Pellegrini 573 y 690; Maipú 494; Cuyo 732; Lavalle 715; Suipacha 452 y Maipú 306 (…)”. Sigue leyendo

La farsa de la Richmond

jorge bosch para la nación

Foto: Jorge Bosch para La Nación

«La notable confitería reabre como una maqueta dentro de una tienda deportiva, incumpliendo la ley y el amparo. Lubertino denuncia penalmente al ministro Lombardi por incumplimiento de sus deberes.»

Por Sergio Kiernan para el suplemento M2 del diario Página/12

Lee la nota completa:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/m2/10-2772-2014-08-16.html

Reabrió la Richmond, pero ahora como local deportivo

«A tres años de su cierre, ayer reabrió la Richmond. Pero el local de Florida 468 ya no funciona como confitería: ahora es una tienda multimarca de indumentaria deportiva de la cadena Just for Sport. Como un reconocimiento a su historia, en la parte de atrás armaron una pequeña cafetería, con mobiliario original. Pero al menos ayer, pocos se detuvieron a tomar café…»

Tiempos-originales-confiteria-deportiva-Richmond_CLAIMA20140802_0122_27Foto: Diario Clarín

 

Lee la nota completa del Diario Clarín:

http://www.clarin.com/ciudades/Reabrio-Richmond-ahora-local-deportivo_0_1186081552.html

Confitería Richmond, destino de notable

«A casi tres años de su cierre, el movimiento regresó al local de la Confitería Richmond, en Florida 468. La semana próxima allí abrirá un negocio multimarcas de indumentaria deportiva, que en su parte trasera también tendrá un bar. Desde hace algunos días, están limpiando el local y equipándolo con estanterías.»

cierre richmond

Lee la nota completa del Diario Clarín:

http://www.clarin.com/ciudades/final-reabren-Richmond-local-deportivo_0_1163283744.html#

 

La polémica entre los grupos Boedo y Florida

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«Ajuste de cuentas. Boedo y Florida entre la vanguardia y el mercado» es un acercamiento de la Doctora en Letras (UBA) Gabriela García Cedro a la polémica que dividió a la crítica literaria y al mundo intelectual. Polémica que, en algún punto, parece teñir los distintos momentos históricos en nuestra sociedad. Los integrantes de cada grupo solían reunirse en cafés donde fijaban sus posturas políticas. El Florida (con Jorge L. Borges entre otros) lo hacía en la Confitería Richmond. Los Boedistas con Elías Castelnuovo, Álvaro Yunque y Leónidas Barletta a la cabeza no tenían un sitio de referencia con la presencia de la Richmond, pero sí se reunían y publicaban sus obras en editoriales del barrio (Claridad, Av. Boedo 837).

A continuación se reproducen tres fragmentos de la Introducción del libro.

Este libro toma como eje la polémica entre Boedo y Florida. El objetivo consiste en reconstruir el diálogo que se dio entre las publicaciones dirigidas por Evar Méndez y Antonio Zamora, recuperando la voz que le ha sido negada, salvo en esporádicas ocasiones, a Boedo. Propongo leer el enfrentamiento a partir de las fuentes, de lo publicado en las revistas, para constatar en qué consistió realmente, por qué y en qué términos discutieron. Boedo y Florida disputaban, fundamentalmente, el derecho a la legitimidad.

La lectura de la polémica sostenida por Boedo y Florida ha contribuido a acentuar un antagonismo esquematizado: por un lado, la literatura social, el afán pedagógico y, por el otro, el arte por el arte, el culto a lo nuevo. Sin duda, hay elementos que justifican esas aseveraciones, pero el esquematismo obtura el ejercicio crítico.

No me interesa hacer crítica con la crítica. Mi investigación apunta a retomar la polémica a partir de las voces de sus protagonistas durante los momentos más crispados del enfrentamiento. Sólo conociendo los espacios comunes, lo que se disputó y los términos en que se hizo, la polémica podrá ser vista como un elemento esencial en la constitución de la vanguardia porteña. Porque si, a noventa años de ocurrida, la polémica sigue resultando tan atrayente como conflictiva, es porque ahí hay un problema fundacional en la literatura argentina que debe ser revisitado.

 

Para los interesados se adjunta Introducción completa y tapa:

boedo florida Ajuste de cuentas intro

Ajuste de cuentas tapa

Crítica al libro en el diario El Litoral:

http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2013/12/16/opinion/OPIN-02.html

Crítica al libro «Boedo y Florida, una antología crítica» (misma autora) en el diario Página/12:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-2396-2007-01-07.html

 

 

Fotos que dicen/20

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Confitería Richmond, Florida 468, San Nicolás (Centro)

He llegado hasta tu casa…
¡Yo no sé cómo he podido!
Si me han dicho que no estás,
que ya nunca volverás…
Si me han dicho que te has ido…
¡Cuánta nieve hay en mi alma!
¡Qué silencio hay en tu puerta!
Al llegar hasta el umbral,
un candado de dolor
me detuvo el corazón.

Nada, nada queda en tu casa natal…
Sólo telarañas que teje el yuyal.
El rosal tampoco existe
y es seguro que se ha muerto al irte tú.
¡Todo es una cruz!
Nada, nada más que tristeza y quietud.
Nadie que me diga si vives aún…
¿Dónde estás, para decirte
que hoy he vuelto arrepentido a buscar tu amor?

Ya me alejo de tu casa
y me voy ya ni sé donde…
Sin querer te digo adiós
y hasta el eco de tu voz
de la nada me responde.
En la cruz de tu candado
por tu pena yo he rezado
y ha rodado en tu portón
una lágrima hecha flor
de mi pobre corazón.

Nada (Horacio Sanguinetti, 1944)

 

Con la Confitería Richmond, Café contado quiere recordar a todos los #CafésNotables que cerraron su puertas definitivamente.

The song remains the same

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(Foto: http://www.viagourmet.com)

Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar…
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!

Yira yira (E. S. Discépolo, 1930)

 

A dos años de su cierre, la confitería Richmond tendrá hoy un inusual movimiento: desde las 15, se rematará todo su patrimonio en la vereda de Florida al 400. Ayer fue la exhibición que continuará hoy por la mañana hasta la hora de la subasta. Entre los objetos a rematarse, hay siete heladeras comerciales, tres freezers, una cámara frigorífica, tres cocinas industriales, quince mesadas, 130 sillones tapizados en cuero, sesenta mesas de roble, once billares profesionales y cuatro pooles, mesitas de apoyo redondas, diez mesas con tableros de ajedrez,…

 

Lee la nota completa: http://www.larazon.com.ar/ciudad/Remataran-patrimonio-Confiteria-Richmond_0_522600058.html

 

¡¡¡Salvemos a la Richmond!!!

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«El cierre de un comercio resulta siempre una situación penosa. Pero si se trata del cierre de un café, un bar o una confitería la cuestión es aún más traumática. El café ha sido siempre un lugar de encuentro, y como tal un espacio entrañable. La vida de estos establecimientos corre a la par de la historia cotidiana de la ciudad en que viven. Hablar de un café, de un bar, de una confitería, es hablar un poco de nuestra esencia ciudadana y de nuestro patrimonio. Los cafés están en nuestra memoria colectiva y forman parte del paisaje urbano.»

Arq. Horacio Spinetto (miembro de la Comisión de Cafés Notables de la Ciudad de Buenos Aires)

 

Ver nota completa diario Clarín: http://arq.clarin.com/arquitectura/salvar-Richmond_0_994700996.html

 

El coleccionista de cafés

Se lamentaba el cronista, en el callejeo del mes pasado, de la desaparición de tantos cafés de Buenos Aires. La cosa había empezado a raíz de la consulta de un amigo en cuanto a la posibilidad de probar “documentalmente” ciertos aspectos de la historia popular, como la concurrencia de tal o cual personalidad a alguno de esos locales más allá de la tradición oral… Y el cronista pensaba en voz alta que con la piqueta, el cambio de firma o de ramo, seguramente se perdieron muchos testimonios que no fueron apreciados en su valor por los demoledores o los nuevos dueños y terminaron en la basura: fotografías, dedicatorias, los propios libros comerciales de los cafés con orquesta, donde deberían haber constado los pagos a los músicos… En muchos casos se trató de una doble pérdida, ya que a los personajes y hechos que en ellos habían sido (lo que se llama patrimonio inmaterial o intangible) se añadían valores materiales. El viejo Café de los Angelitos era prácticamente un galpón, cuatro paredes con un techo de chapas, como lo han sido tantos, pero la confitería Richmond, centro de peñas literarias de la década de 1920 y del grupo de Florida, sumaba su arquitectura, su decoración, su mobiliario, todo lo que constituía su “espíritu”. Lo mismo podríamos decir de las confiterías del Águila, del Molino o de la París de Libertad y Marcelo T. de Alvear, para hablar de las más “paquetas”. confiteria paris 1906Un progreso mal entendido, intereses inmobiliarios o comerciales o simplemente eso que se llama “la moda” los fueron arrasando, o modificándolos hasta hacerlos irreconocibles. El cronista frecuentó durante años el bar Gardel de Independencia y Entre Ríos, viejo reducto de puesteros del Mercado San Cristóbal convertido en uno de esos cafés hechos en serie, con los mismos dorados, revestimientos y helechos, amén de una figura en cartapesta del Mudo que dan ganas de salir corriendo, y no puede menos de evocar el tango del “Cacho” Oscar Valles cuando decía: “y hasta el bodegón, bronca con razón,/ pues de restaurant lo han disfrazado…” (El Progreso, 1965).

Pero el cronista no se quiere poner “tanguero” porque piensa que al fin y al cabo la gastronómica es una actividad totalmente comercial y qué se puede esperar en cuanto a la preservación de los valores históricos y culturales que puede llevar aneja cuando en esta bendita ciudad se han demolido teatros de la noche a la mañana… Así que prefiere dedicarse al hobby que comparte con destacadas personalidades como Adolfo Bioy Casares: coleccionar cafés. ¿Que cómo es esto? Pues muy simple, se basa en una impenitente frecuentación de bares, estaños, borracherías, almacenes–bar y otros peringundines a lo largo de la vida. El coleccionista de cafés, a diferencia de tantos otros, no desea la propiedad del objeto coleccionado ni su exclusividad; le basta con poseer su conocimiento o su recuerdo, con visitarlo o haberlo visitado, con poseer su secreto o compartirlo. Si usted escucha a dos parroquianos una conversación más o menos como ésta: “—En Belgrano y Alsina de Avellaneda, al lado del comité radical, había un almacén y bar que se llamaba La Facultad, que hacía unos sánguches de cantimpalo que se la debo. —Ah, sí, el de los gallegos… Tenían un cuartito sobre Belgrano donde guardaban las cajas de bebidas que se convertía en ‘reservado’ para los amigos, y en mesa de juego por las noches—”, pues no lo dude, está en presencia de dos “coleccionistas de cafés”.

etiopia¿Y de dónde y cuándo nos vienen el café y los cafés? Más allá de las leyendas, más o menos coherentes y más o menos poéticas, se sabe que su origen es Etiopía y que, a través de los árabes primero y de los turcos luego, llegó a Europa a principios del siglo XVII, donde comenzó a ser consumido como medicina por las clases altas. Pero pronto se popularizó y a mediados del mismo siglo era vendido en las calles de Italia por los vendedores ambulantes de limonada, chocolate y licores, en 1683 se abrió la primera cafetería en Venecia y en 1686 el siciliano Francesco Procopio Dei Coltelli abrió el Café que aún lleva su nombre afrancesado –Procope– frente a la Comedia Francesa, en el corazón de París; allí la bebida se suavizó, en lugar de hervirlo “a la turca” comenzó a prepararse en infusión y luego se le agregó leche. La costumbre se extendió a Londres y a toda Europa y las cafeterías rivalizaron con las tabernas, con el beneficio de una disminución en el consumo de alcohol y, quizá por primera vez, permitiendo el acceso de mujeres en condiciones de igualdad con los demás parroquianos. cafe-marcos-ilustracion-morenoEstos establecimientos se convirtieron en nuevos ámbitos de sociabilidad, más refinados y propensos a la actividad intelectual de ese Siglo de las Luces, y en sus salones se incubó la Revolución Francesa tanto como la de Mayo fue gestada en el Café de Marco de Bolívar y Alsina (denominaciones actuales), o el Café de la Comedia de Reconquista y Cangallo, donde los jóvenes patriotas alternaban las arengas revolucionarias con las partidas de billar mientras en la Fonda de los Tres Reyes (25 de Mayo entre Rivadavia y Bartolomé Mitre) rumiaban su bronca los realistas.

Pero los actuales cafés de Buenos Aires agregan a esta genealogía otra vertiente que se explica en su proceso de crecimiento de aldea a gran ciudad, una rama más popular que frecuentaban los grupos sociales a medio camino entre lo urbano y lo rural: las pulperías y almacenes. Porque no se crea que las pulperías eran establecimientos propios solamente de campo afuera o de localidades del Interior: las actas del Cabildo y la legislación de época dan cuenta de su existencia desde principios del siglo XVIII, con múltiples advertencias para los propietarios, desde qué géneros podían vender y a qué precios hasta la prohibición ser atendidas por negros o negras o la reglamentación de juegos de naipes o dados. Su condición de punto de reunión popular las convertían en objeto de cuidadosa atención policial, de lo cual dan testimonio los archivos judiciales que constituyen una fuente maravillosa de información para los actuales historiadores que estudian las formas de sociabilidad de las clases subalternas, esas olvidadas por la “gran Historia”, con lo que volvemos al origen de estas notas, en cuanto a si la historia popular puede ser basada en documentos. Y sí, documentos existen, pero gran parte de ellos está basada en la óptica de las clases propietarias; si nos pusiéramos foucaultianos, podríamos decir que esos papeles reflejan la mirada del Poder.

Pero volviendo a lo nuestro, de esas pulperías urbanas descienden los almacenes con despacho de bebidas que fueron acompañando a la ciudad en su crecimiento, desde el antiguo casco fundacional hacia las chacras,  potreros y bañados que fueron convirtiéndose en los modernos barrios porteños hasta llegar al día de hoy, donde prácticamente cada cuadra de Buenos Aires cuenta con un café o bar, algo que maravilla a los turistas y a lo que nosotros, los porteños, no damos la debida importancia porque es nuestro paisaje cotidiano. Pero esa evolución, desde la pulpería hasta el café de esquina… será otro callejeo.

por Diego Ruiz (museólogo y cronista callejero)

mandinga.ruiz@gmail.com

 

Publicado en el periódico Desde Boedo, Año XII, Nº 128, marzo de 2013:

http://www.desdeboedo.blogspot.com.ar/#!http://desdeboedo.blogspot.com/2013/03/n128-marzode-2013-marzoel-otono-y-los.html