Café Florida

Florida, Boedo 844

Café Florida – Ph: Café contado

En apenas 200 metros de la Av. Boedo hay dos Cafés Notables (Homero Manzi  y Margot), otros dos con igual capital simbólico (Trianón y Pugliese) y propuestas muy interesantes como Pan y Arte. Pero, además de estas notables opciones hay un café (Boedo 944) de los que apenas se notan, el Café Florida.

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Café Florida – Ph: Café contado

Para aquellos que aman la estética de los años ’70, el Florida es un templo en estado puro. Abrió en 1971 y desde entonces se mantiene igual. Es un auténtico café sin otras pretensiones de servicio y gastronomía que no sean las esperables y habituales a un “café de barrio” y no “del barrio, porque hay muchos” como afirma Luis, su propietario. Sigue leyendo

El Cafesuá

Siempre sostengo que Boedo es como Cusco. Resiste con firmeza al ingreso de franquicias y marcas globales. Boedo es un barrio atendido por sus propios dueños. (Y no exagero, porque con sólo cruzar la Av. La Plata y adentrarse en Caballito por Goyena comienzan a aparecer todas las marcas de cafés franquiciados de los últimos años). En este caso voy a contarles de un café fronterizo hacia el sur, paredón y después. Un café boediano aunque paren “quemeros” de Huracán. Porque en esta parte de Buenos Aires donde el barro se subleva, los límites se desdibujan y la triple frontera (Boedo, Parque Patricios y Pompeya) es un área mixta que recibe influencias de las tres barriadas. Allí, en la esquina de la Av. Caseros y Castro Barros se encuentra El Cafesuá.

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El Cafesuá, Boedo. Ph: Café contado.

El nombre parece extraído de un personaje de Alberto Olmedo, pero, en realidad, fue puesto cuando el Negro era todavía un niño en Rosario. El Cafesuá, noble representante de los cafés que apenas se notan, abrió a mediados de los ’40 y aún conserva sus aberturas originales. Las puertas de ingreso son de doble hoja y retiradas y se repiten por tres!!! Ventanas guillotina, piso granítico, barra revestida en madera y grifo de cisne completan la liturgia cafetera. Sigue leyendo

Café Margot

Si en Buenos Aires el café es religión, el Margot es mi parroquia preferida. Y ya es hora que me ocupe de contarlo. El Café Margot queda en Boedo, un barrio que hasta hace unos pocos meses no disponía de una (sí, ni una) plaza. Mucho menos de un parque. Imaginen la importancia de los cafés como espacio de reunión e intercambio social para estos vecinos porteños. Los cafés de Boedo están cargados de historia: el Dante (ya cerrado, reunía a toda la feligresía sanlorencista); y la Esquina Homero Manzi (Café Notable, que lo único que mantiene inalterable con el tiempo es el solar que ocupa) son (o fueron en el caso del Dante) las dos puntas de un eje que corre por la Avenida y en donde (afortunadamente) hoy conviven distintas propuestas que conversan (o casi) con la identidad boediana. De entre todas, muchas cosas distinguen al Margot, aunque de arranque, parado en la vereda y sin entrar al café, se destaca su ubicación inigualable. El Margot está en Boedo esquina Pasaje San Ignacio, una cortada mistonga que lo carga de mística y magia.

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El Café Margot es uno de los cinco que pertenecen al Grupo Los Notables. Integra el listado de Cafés Notables de la Ciudad. Ocupa la ochava de un edificio centenario (1904) que siempre albergó establecimientos comerciales. Fue bombonería por los años ’20 y la Confitería Trianón a partir de 1940 (hoy mudada a 50 mts). En ésta, sus propietarios, el matrimonio Torres, inventaron el célebre sándwich de pavita cuyo secreto era que estaba elaborada al escabeche. Hoy en el Margot se lo sigue haciendo con la misma calidad de entonces. Sigue leyendo

Cafés de Novela/9

El Santo - Ocio

El Santo, Boedo 709, casi esquina Independencia

“Cuando llegué a Independencia y Boedo me metí en un bar y abrí el diario. Leí los avisos inmobiliarios y marqué tres. Eran todos por la zona. Tomé un café y un vaso de agua y salí a ver el primero. Decía: Dueño/3 amb/baño/cocina/Tel. Quedaba en la calle Agrelo.”

Ocio, Fabián Casas (2000)

El Santo - Ocio 2Más info:

Leyendo los relatos de «Ocio», de Fabián Casas

https://www.youtube.com/watch?v=Rc-uPOtMWP8 (trailer oficial de la película adaptada de la novela)

https://vimeo.com/27049007 (película completa)

http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2010/6944 (encuentro de cine y literatura entre Fabián Casas, Mariano Llinás y Alejandro Lingenti en Eterna Cadencia)

 

 

El culto a la cola

cajerosEl grupo se disolvió una vez que el Banco Ciudad reemplazó los viejos cajeros automáticos por nuevos. Hasta entonces todos los días hacían la misma cola. Los descubrí por casualidad. Yendo a operar los cajeros de la sucursal de Av. Boedo 874. Frente al Margot, mi parroquia preferida. Las terminales siempre fueron tres y la cola una sola. La dinámica simple: al liberarse cualquier de las máquinas le correspondía el turno al primero de la fila. Dos de los tres cajeros parecían operar con mayor fluidez, pero otro, el tercero retenía a los clientes por inexplicables minutos. Los usuarios que caían atrapados en esta tercera unidad rezongaban, negaban con la cabeza, maldecían y al cabo de un buen rato dejaban pasar su turno y volvían resignados a ponerse al final de la cola y así dar inicio a un nuevo circuito. La chica que me precedía fue quien me alertó. “¿Funciona ese cajero?”. El reflejo del sol no me dejaba ver con nitidez. Me acerqué con cuidado de no importunar al cliente que estaba tecleando con sus dedos índices cargados bronca para percibir con extrañeza que la pantalla estaba a oscuras. Tal cual, no funcionaba. La cola seguía avanzando. La gente advertida cuando se liberaba la unidad que no funcionaba no perdía tiempo intentando lo imposible. En ese momento surgían de la cola personajes que haciendo un gesto de permiso al primero de la cola pedían autorización para ir a malgastar su vida en una máquina rota. Esto que cuento no lo comprobé inmediatamente. Fue una sospecha. Observé que un grupo manejaba códigos propios y que se cedían el turno para pasar a no operar. La sensación que tuve colmó mi curiosidad y por dos o tres días fui hasta el Banco a utilizar sin necesidad alguna los cajeros automáticos para certificar el hecho. Y ahí estaban. Los mismos. Esperando su turno para perder el tiempo frente a una pantalla oscura mientras hacían catarsis de sus propias vidas. Como si fueran confesionarios del sistema capitalista. La escena me hizo recordar la perfomance del artista eslovaco Roman Ondák que se exhibió en 2002 en la Tate Gallery de Londres. Era una fila de actores que creaban una cola artificial y que reproducían con sus posturas y actitud la espera de algo. Incluso el público podía “sumarse” a la cola y compartir un rato perdido con esta gente.

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En Boedo la gente extraña abunda. Y en sus cafés se mimetizan con el resto de los mortales. El Margot dispone de un repertorio (algunos ya los he contado) que lo enriquece. Incluidos muchos de estos coleros que se cruzaban la avenida para pasar a los baños del café. O pedían permiso para sentarse por unos pocos minutos a las mesas aduciendo que los cajeros automáticos estaban fuera de servicio y que personal del banco les habían asegurado volverían a funcionar en breve. Los hacedores de una cola inútil pronto se convirtieron en mis compañías cotidianas.

Un buen día todo cambió. La sucursal del Ciudad entró en una renovación (quiero creer que estaría programada y que la misma no obedeció a una decisión de la entidad para terminar con la insólita práctica de un grupo de personas que se reunían a diario para ocupar sus mañanas mientras le echaban la culpa del tiempo perdido a una máquina que de antemano sabían que no funcionaba) y de tres terminales quedaron sólo dos. Flamantes. Y funcionando. El grupo se disolvió en el acto. Todavía hoy, algunas mañanas, desolados y sin rumbo, suelen juntarse en la puerta del banco buscando una explicación a su infortunio. Uno de ellos suele volver por las noches y recorre las mesas del Margot y de los cafés vecinos. Es vendedor ambulante. Fácil de reconocer. Va con su valijita repleta de frascos caseros. Vende perfumes… de yuyos y de alfalfa…20140328_090035

La polémica entre los grupos Boedo y Florida

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«Ajuste de cuentas. Boedo y Florida entre la vanguardia y el mercado» es un acercamiento de la Doctora en Letras (UBA) Gabriela García Cedro a la polémica que dividió a la crítica literaria y al mundo intelectual. Polémica que, en algún punto, parece teñir los distintos momentos históricos en nuestra sociedad. Los integrantes de cada grupo solían reunirse en cafés donde fijaban sus posturas políticas. El Florida (con Jorge L. Borges entre otros) lo hacía en la Confitería Richmond. Los Boedistas con Elías Castelnuovo, Álvaro Yunque y Leónidas Barletta a la cabeza no tenían un sitio de referencia con la presencia de la Richmond, pero sí se reunían y publicaban sus obras en editoriales del barrio (Claridad, Av. Boedo 837).

A continuación se reproducen tres fragmentos de la Introducción del libro.

Este libro toma como eje la polémica entre Boedo y Florida. El objetivo consiste en reconstruir el diálogo que se dio entre las publicaciones dirigidas por Evar Méndez y Antonio Zamora, recuperando la voz que le ha sido negada, salvo en esporádicas ocasiones, a Boedo. Propongo leer el enfrentamiento a partir de las fuentes, de lo publicado en las revistas, para constatar en qué consistió realmente, por qué y en qué términos discutieron. Boedo y Florida disputaban, fundamentalmente, el derecho a la legitimidad.

La lectura de la polémica sostenida por Boedo y Florida ha contribuido a acentuar un antagonismo esquematizado: por un lado, la literatura social, el afán pedagógico y, por el otro, el arte por el arte, el culto a lo nuevo. Sin duda, hay elementos que justifican esas aseveraciones, pero el esquematismo obtura el ejercicio crítico.

No me interesa hacer crítica con la crítica. Mi investigación apunta a retomar la polémica a partir de las voces de sus protagonistas durante los momentos más crispados del enfrentamiento. Sólo conociendo los espacios comunes, lo que se disputó y los términos en que se hizo, la polémica podrá ser vista como un elemento esencial en la constitución de la vanguardia porteña. Porque si, a noventa años de ocurrida, la polémica sigue resultando tan atrayente como conflictiva, es porque ahí hay un problema fundacional en la literatura argentina que debe ser revisitado.

 

Para los interesados se adjunta Introducción completa y tapa:

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Ajuste de cuentas tapa

Crítica al libro en el diario El Litoral:

http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2013/12/16/opinion/OPIN-02.html

Crítica al libro «Boedo y Florida, una antología crítica» (misma autora) en el diario Página/12:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-2396-2007-01-07.html