Hipótesis de café/2 – El café como patrimonio

20140319_102919El Café en Buenos Aires es considerado parte constitutiva de nuestra esencia. Tanto que la costumbre de “ir al café” fue presentada por el Ministerio de Cultura porteño a la UNESCO para ser declarada como Patrimonio de la Humanidad. Pero qué pasa si pensamos al Café como espacio físico? ¿Existe un tipo de Café como espacio físico que nos representa e identifica? ¿Y cuál sería? ¿El Tortoni en pleno centro y tomado por turistas? ¿O uno más chico, de esquina, que se mantuvo inalterable, en una calle poco transitada de barrio, por ejemplo, en San Cristóbal? ¿O cualquiera de los exitosos café-gourmet de Palermo? Las distintas versiones de cafés y bares que cohabitan la Ciudad son muchas y variadas y, con distintas propuestas, todas persiguen un fin similar y conforman su repertorio patrimonial. Si aceptamos este hecho, el primer paso a dar en esta dirección es considerar a la definición de Patrimonio que nos propone el antropólogo catalán Llorens Prats: “el patrimonio, en la medida en que pretende representar una identidad, constituye un campo de confrontación simbólica inevitable, tanto entre las distintas versiones concurrentes, como en el ámbito de las confrontaciones externas, simbólicas y físicas, entre grupos sociales”.

Sin embargo, a lo largo de estas hipótesis no voy a resignar la idea de buscar una síntesis genética que defina qué o cómo catalogar a un café que sirva de referente de la porteñidad. Y para eso voy a transitar no tanto por la diversidad de conceptos en juego como por la veracidad de las propuestas en contraposición con las puestas escénicas estereotipadas o fuera de contexto o ajenas a un entorno territorial armónico. Pero, todo esto será profundizado en próximos envíos. En este estamos con el café como patrimonio. Otro antropólogo, también español, José Luis García, define al patrimonio cultural como aquellos recursos que, en principio, se heredan y de los que se vive. Es decir, se reciben y se los usa. Y durante ese proceso sufren transformaciones, algunos elementos desaparecen o se innovan adquiriendo nuevas funciones y significados. Señala García, “la cultura en sus distintas expresiones, es cambiante y éste es un hecho inevitable, no se puede obligar a nadie a vivir como sus antepasados en nombre de la conservación del patrimonio cultural”.

losangeParece escrito para una ciudad como Buenos Aires con sus constantes cambios, modificaciones, cierres definitivos y reaperturas con (a veces severas) alteraciones. Los ejemplos abundan: el Café Los Angelitos; La Esquina Homero Manzi; el Café La Paz; aquellos viejos almacenes con despacho de bebidas hoy reconvertidos en bodegones con cocina de autor. Lo notable (y todos los mencionados son Cafés Notables) es que ninguno de éstos menguó la cantidad de público por los cambios realizados. Todos se reciclaron para encuadrarse en los “nuevos tiempos”. Con esto dejo la última definición de hoy. losange2Le pertenece a Stuart Hall, sociólogo jamaiquino afincado en Inglaterra, quien explica los “nuevos tiempos” a partir de la tendencia hacia el uso y consumo de las nuevas tecnologías de la información. Dice, la cultura no puede desatender el avance de los medios de comunicación. La tecnología ha penetrado la producción moderna. La gente joven ha crecido en la época de la tecnología de la computación, las comunicaciones y el video.

internet-gratisEs mucha la gente (me incluyo) que decide en cuál café quedarse en función del WIFI disponible y la calidad de la señal. Otra característica de los “nuevos tiempos” reconoce las transformaciones en el rol decisivo del consumo, en cuanto al énfasis puesto en la diferenciación de productos, en la comercialización, presentación y diseño, en otras palabras, en la “pesca” de consumidores por estilo de vida, gusto y cultura y no por el registro general de categorías de clase social. El campo cultural hoy está siendo re-diseñado a partir de las nuevas relaciones entre matrices culturales y formatos industriales. En otras palabras, el diseño cultural y la gestión es hoy una práctica social, profesional, desarrollada a partir de las articulaciones entre varios y muy diversos oficios: el del agente legitimador, el arquitecto, el publicista, el artista gráfico y el comunicador. Esto último da cuenta del “éxito” comercial de las cadenas de franquicias o de propuestas únicas a partir de actores culturales de renombre o las que ponen el énfasis en el concepto, la capacidad de comunicarlo, la materialización del discurso y todo dentro de un lenguaje en permanente actualización.

Con esto concluyo esta nueva hipótesis. Qué el café nos pertenece y lo sentimos parte de nuestro repertorio patrimonial no habrá porteño que no adhiera. Pero, volviendo a Llorens Prats y García, la confrontación de diferentes versiones y lo inevitable de los cambios es una tensión constante. Sobre todo cuando cierra para siempre o se modifica algunos de los cafés tradicionales. De mi parte, que haya publicado a estos autores no quiere decir que comparta totalmente o esté de acuerdo con sus reflexiones. Solo describo lo que sucede en Buenos Aires y lo pongo en palabras de quienes lo explican. Todavía no tengo respuesta a las preguntas del primer párrafo. Por el momento me conformo con tener preguntas.

 

Más info:

https://cafecontado.com/2014/03/11/proponen-al-habito-porteno-del-cafe-como-patrimonio-de-la-humanidad/

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Café Margot

Si en Buenos Aires el café es religión, el Margot es mi parroquia preferida. Y ya es hora que me ocupe de contarlo. El Café Margot queda en Boedo, un barrio que hasta hace unos pocos meses no disponía de una (sí, ni una) plaza. Mucho menos de un parque. Imaginen la importancia de los cafés como espacio de reunión e intercambio social para estos vecinos porteños. Los cafés de Boedo están cargados de historia: el Dante (ya cerrado, reunía a toda la feligresía sanlorencista); y la Esquina Homero Manzi (Café Notable, que lo único que mantiene inalterable con el tiempo es el solar que ocupa) son (o fueron en el caso del Dante) las dos puntas de un eje que corre por la Avenida y en donde (afortunadamente) hoy conviven distintas propuestas que conversan (o casi) con la identidad boediana. De entre todas, muchas cosas distinguen al Margot, aunque de arranque, parado en la vereda y sin entrar al café, se destaca su ubicación inigualable. El Margot está en Boedo esquina Pasaje San Ignacio, una cortada mistonga que lo carga de mística y magia.

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El Café Margot es uno de los cinco que pertenecen al Grupo Los Notables. Integra el listado de Cafés Notables de la Ciudad. Ocupa la ochava de un edificio centenario (1904) que siempre albergó establecimientos comerciales. Fue bombonería por los años ’20 y la Confitería Trianón a partir de 1940 (hoy mudada a 50 mts). En ésta, sus propietarios, el matrimonio Torres, inventaron el célebre sándwich de pavita cuyo secreto era que estaba elaborada al escabeche. Hoy en el Margot se lo sigue haciendo con la misma calidad de entonces. Sigue leyendo

El falso Jorge 2. El regreso.

Al falso Jorge lo conocí al heredar dos sillas bajas, del tipo butacas, de pana marrón. Fue él como podría haber sido cualquier otro de las decenas de tapiceros que existen en Boedo. Pero, éste quedaba dentro de mi circuito diario hacia la boca del subte o rumbo al Margot (mi parroquia preferida).

La tapicería quedaba en la calle Castro Barros casi Constitución y su nombre figuraba elocuentemente grabado en la vidriera: “Tapicería Jorge”.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA¿Jorge?, fue mi pregunta retórica a la persona que atendía. Me respondió asintiendo con una mueca que entendí obvia y que resultó el inicio de una relación que se desarrolló fluida y recurrente. El falso Jorge era casi un vecino, sin embargo nunca lo había visto. Y pronto pasó a convertirse en una persona omnipresente en mis caminatas por el barrio. Además de verlo en la tapicería a diario, donde mis dos sillas del tipo butacas de pana marrón se apilaban junto a otras tantas que certificaban un evidente retraso en los trabajos, comencé a encontrármelo en el subte, comprando en el mercado o sentado a una mesa del Homero Manzi que da a la Avenida San Juan. “Hola Jorge” pasó a convertirse en una frase que repetí hasta el hartazgo. El falso Jorge siempre estrenaba un problema nuevo de salud: exceso de azúcar en la sangre, la presión por el piso o el colesterol por las nubes. El hecho singular de mi tapicero de Castro Barros era que, una vez conocido el diagnóstico, profundizaba el consumo de aquellas cosas que le hacían mal para confirmar el informe inicial y descartar algo peor que le hubiesen ocultado.

_la-taberna-de-roberto-inclan-1-1348396628Hola Jorge, dije como de costumbre un mediodía que lo crucé a pocas cuadras de la tapicería, en la parrilla “El Turf”. El falso Jorge le entraba sólo a una fuente de mollejas y chinchulines de las que comen tres. Le habían diagnosticado gota y estaba asegurándose que el malestar posterior tuviera relación con el dictamen. Otra vez, yendo hacia el subte, volví a repetir el “Hola Jorge” a través del vidrio del Homero Manzi cuando lo vi en su mesa de siempre atacando seis medialunas de manteca. No había que ser médico para adivinar que un nuevo estudio le habría arrojado colesterol alto o diabetes. La pena es que nunca hubiese sufrido de ciática o reuma como para dedicarle horas extras, más un fuerte dolor de espalda, a los trabajos atrasados. Hola Jorge. Hola Jorge. Hola Jorge, seguía repetiendo cada día y cada tarde que en la tapicería o caminando por Boedo durante meses.

Un buen día estábamos charlando en la vereda mientras me comentaba de un nuevo dolor cuando se detuvo un auto. La conductora bajó la ventanilla y lo llamó: ¡Pedro!. Mi tapicero hipocondríaco se le acercó y mantuvieron un diálogo. Cuando regresó le pregunté sorprendido:

-¿Usted no se llama Jorge?

-No, Jorge era mi hermano. Cuando falleció me quedé con el local.

-¿Pero usted es tapicero?

-No, estoy conociendo el oficio. Siempre vendí artículos de limpieza.

falso jorgeMeses meses más tarde, el falso Jorge me entregó el trabajo que hoy se luce en el living de casa. Al tiempo la tapicería cerró y dejé de verlo. Pronto me hice a la idea que, finalmente, el falso Jorge, de tanto insitir, le había ganado la apuesta a su destino y sucumbido frente a sus temores más severos.

 

Hace un par de sábados, yendo a Misa en el Margot tuve una aparición. Sobre la calle Carlos Calvo al 3800 reconocí al falso Jorge charlando con un cliente en su nuevo local. Seguramente le estaría contando que le dolía algo. O a lo mejor ya aprendió el oficio. A partir de ese día volví a verlo con frecuencia. Ahora para en el Café Osvaldo Pugliese, Carlos Calvo y la Av. Boedo. Ah, y el nuevo local se llama “Tapicería Jorge”.

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