Cafés del Centro/5 – Más Corrientes

Sigue el cronista su vagabundear por la calle Corrientes, empecinado en glosar los cafés de tango, y está llegando ahora al cruce con Uruguay, que tanto como el de Esmeralda supo ser hasta bien entrado el siglo XX un polo de la vida cultural porteña. Zona de teatros y cafés, su proximidad generaba un fecundo entrecruzamiento de las respectivas faunas: muchos músicos de academia, integrantes de los conjuntos estables de las salas, fueron pioneros del tango, y muchos tangos hoy clásicos fueron parte primordial o incidental de numerosas obras en aquellos tiempos del teatro por secciones.

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Teatro Apolo – Corrientes 1372

En las puertas 1380 al 88 se alzaba el viejo teatro Apolo, inaugurado en 1892, donde se estrenaron algunas de las obras fundamentales de la escena nacional, como La piedra del escándalo de Martín Coronado, ¡Al campo! de Nicolás Granada o Jesús Nazareno de Enrique García Velloso. Reducto de los hermanos Podestá, era también el bastión de los De Bassi, Antonio y Arturo. Músicos con estudio, fueron ambos integrantes y directores de la orquesta, distinguiéndose Arturo también como empresario y autor teatral. A Antonio le debemos la partitura de Manoblanca y a su hermano, más conocido, las de El caburé, El incendio, La catrera y, entre muchos otros, el tango Canchero que con letra de Celedonio Flores popularizó Carlos Gardel. Fue demolido en 1960, cuando comenzaba el furor de la propiedad horizontal, casi al mismo tiempo que el viejo Politeama de Corrientes 1490, una cicatriz en la memoria de la ciudad desde 1958 cuando siguió igual suerte para erigir una gigantesca torre que nunca se concretó. Esta sala fue uno de esos lugares en cuyos alrededores florecieron los establecimientos que amablemente mixturaban tangueros y teatristas. Al lado de su salida por Paraná, donde tenía la secretaría y boletería, se alzaba la vieja sala El Pasatiempo, un varieté de pésima fama inaugurado en 1877, donde antes existía un recreo y cancha de bochas, para ofrecer funciones de “canto, gimnasia y música sin ofender la moral y las buenas costumbres”. Por los pasillos del Politeama y sus alrededores correteó de niño Enrique Delfino, cuyos padres tenían la concesión del buffet, y más de un músico con formación académica formó parte de su orquesta aunque, para despuntar el vicio o completar la olla, también se dedicara al tango. En El Pasatiempo actuó Alfredo Bevilacqua, que en 1902 grabó uno de los primeros cilindros de cera con su pieza Venus y en las fiestas del Centenario ejecutó con una banda Independencia, cuya partitura se dio el gusto de regalar a la Infanta Isabel de Borbón, más conocida como “la chata” por su escasa longitud y más que amplia latitud. Sigue leyendo

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Cafés del centro/4 – Siguiendo por Corrientes

av de mayoSigue el cronista callejero recorriendo cafés de tango de la avenida Corrientes y tras visitar el legendario Tango Bar se acerca ahora a la esquina sudeste, donde se alzaba un establecimiento que en el que si bien no se ejecutaba tango era lugar de reunión de la gente del ambiente. La Confitería Real era un elegante local donde a fines de la década del Treinta había sentado sus reales Carlos Raúl Muñoz y Pérez, más conocido como Carlos de la Púa o“el malevo Muñoz”. Alrededor de la mesa del poeta lunfardo solían congregarse Juan Carlos Cobián, Julio De Caro, Ángel D’Agostino, Cátulo Castillo, José Razzano, Gerardo Matos Rodríguez, Aníbal Troilo y otras jóvenes o no tan jóvenes figuras. Algunos autores como Jorge Bossio dicen que alguna que otra vez aparecía “el negro Raúl”, otrora uno de los personajes más famosos del Buenos Aires del Centenario junto con el Payo Roqué, del que varias veces hemos hablado. Raúl Grigera, que tal era su nombre, había nacido hacia 1886 y quedado huérfano muy niño, dedicándose entonces a la mendicidad. Parece que el negrito le cayó en gracia a una de las tantas patotas de “niños bien” que pululaban por aquellos tiempos, la acaudillada por Macoco Álzaga Unzué, que lo tomó como mascota o más bien de bufón; empezaron por vestirlo con las ropas que ellos desechaban para pasearlo por Florida o la Avenida de Mayo y terminaron mandándolo por encomienda a Mar del Plata. Es cierto que una vez lo llevaron a París, pero también que en otra ocasión lo vistieron de Almirante y lo tiraron a una de las fuentes de la Plaza de Mayo, entre otras tropelías de mayor calibre… Pero los “niños bien” suelen crecer y sentar cabeza: Macoco se fue a Nueva York, donde fue dueño del Morocco y se dice que amante de Gloria Swanson, la patota se disolvió y el negro volvió a la mendicidad. Solía recorrer los cafés contando anécdotas de sus tiempos de gloria a cambio de algunas monedas o unas copas, mientras iba hundiéndose en el alcoholismo y la locura, hasta que murió en Open Door en 1955, olvidado por todos. También la “peña” de La Real fue disolviéndose tras la muerte de Carlos de la Púa en 1950 y la confitería se fue apagando, hasta que el 1º de noviembre de 1967 su local fue ocupado por la sucursal Centro de la pizzería Banchero. Sigue leyendo

Cafés del centro/3 – La calle Corrientes (de Cerrito a Callao)

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Corrientes en la década del ’30

Andaba el cronista callejero recorriendo cafés de tango de la avenida Corrientes cuando se le cruzó un viejo diario con una noticia que si bien era una digresión, el asesinato de Jean Jaurés, no pudo pasar por alto dado que se había cometido precisamente en un café. Así pues, hizo un alto en el camino para glosar la efemérides y ahora retoma su camino hacia el Oeste por esa calle de la que se decía que “nunca duerme”. El tramo que va de Cerrito a Callao fue, entre las décadas de 1920 y 1950, algo así como el Olimpo del tango, por no decir “la Meca” que además de muy trillado hoy puede ser medio peligroso dada la situación internacional. En esas cuadras se concentraban gran cantidad de cafés con orquesta, cabarets, teatros y cines con una permanente afluencia de público dispuesto a escuchar y bailar tango o a presenciar obras y películas en que el género desempeñaba un papel primordial. Sigue leyendo

Bar Celta

El centro de Buenos Aires, más precisamente su eje principal, la calle (o avenida) Corrientes, propone un recorrido lineal por nuestra propia historia de vida donde a cada paso nos reencontramos con capítulos contados en formato de café, pizzería, librería, cine o teatro. Pero, a veces, como en este caso, vale la pena saber desviarse unos pocos metros, solo 100 hacia Sarmiento, para escribir una nueva página en el Bar Celta.

20140305_115649El Bar Celta (o Celta Bar) se encuentra en la esquina de Sarmiento y Rodríguez Peña, abrió sus puertas en 1941. Su primer dueño fue un español de Asturias, Claudio Fernández, que lo bautizó de ese modo en homenaje a la cultura celta afincada en esa región. Funcionó como almacén con despacho de bebidas. En 1950, don Fernández lo vendió y el lugar se convirtió en confitería y bar. Estuvo abierto por algunas décadas hasta que cerró sus puertas. Hacia mediados de los 90′ volvió a abrir convertido en un reducto de jazz de altísimo nivel. Walter y Javier Malosetti, Luis Salinas, Pipo Luque, Botafogo, Pepi Taveira fueron algunos de los exquisitos músicos que se lucieron y dejaron su música vibrando en su interior. El Celta (que siempre se mantuvo su nombre original) fue cuna de dos ciclos exitosos «Jazz Club» y «Jam Session». Esta etapa también cumplió su ciclo y volvió a cerrar. Finalmente, en marzo de 2012, hace nada más que un par de años, reabrió, ahora convertido en primo hermano de los cafés que integran el Grupo Los Notables integrado por: El Federal, Margot, Bar de Cao, La Poesía y la flamante joya. La operación de rescate del mobiliario original resultó de maravillas y hoy el Bar Celta luce como cuando lo atendiera su asturiano fundador. Sigue leyendo

Café Osvaldo Pugliese (Centro Cultural de la Cooperación)

La calle Corrientes es el eje cultural de Buenos Aires. Cafés, librerías y teatros sostienen entre sí un largo diálogo que lleva varias décadas. El tramo que va de la Av. 9 de Julio a Callao es su tramo más representativo y los 100 mts entre Montevideo y Paraná su epicentro. En esta cuadra, frente al emblemático Teatro Gral. San Martín, al 1543, se encuentra el Centro Cultural de la Cooperación – Floreal Gorini (CCC) y en su interior un tentador café que lleva un nombre que dejó huella en esta arteria: Osvaldo Pugliese.

20140207_140220El Café Varieté Osvaldo Pugliese es el espacio de descanso de un magnífico Centro Cultural con una riquísima oferta de puestas teatrales, música, cine y artes visuales. Comparte un mismo espacio (planta baja al fondo) con un local de la Librería Antígona dando al lugar la sensación de estar en un café babélico donde perderse detrás de buena lectura. Son muchos los cafés librerías que cerraron sobre Corrientes y el Pugliese es una propuesta de primerísimo nivel (el café que se sirve es del Establecimiento Gral. de Café) que viene a rescatar una costumbre bien porteña. Sigue leyendo

El Bar de Julio

Buenos Aires tiene sus espacios de culto donde el café, tango y bohemia siguen dialogando con códigos que constituyen la porteñidad. Muchos de estos lugares están en la periferia (ver, x ej. https://cafecontado.com/2013/09/12/el-faro-de-villa-urquiza/) de la ciudad. O bien ocultos en los barrios del sur. Sin embargo, existe uno que se sostiene en pleno centro. Y cuando digo pleno centro, me refiero al pleno centro. Frente al mismísimo Obelisco. Es El Bar de Julio.

20140214_095020El Bar de Julio queda sobre la Av. Roque Sáenz Peña (Diagonal Norte) al 1129. Desde su vereda se puede tomar un café mirando al Obelisco: Buenos Aires al palo. El lugar tiene una historia singular. Fue reducto de la noche tanguera de la época de oro del tango. Las fotos colgadas en sus paredes de famosos músicos y letristas que lo visitaban a menudo, cuando en verdad era el Bar de Julio, no deja mentir. Su actual dueño es Howard Albert Wayne, nacido en Tennesee, USA, aunque criado en el país. Compró el lugar en 1996 cuando funcionaba como una sanguchería de gallegos y a poco ponerse a refaccionarlo aparecieron los viejos vestigios de pasado tanguero. Como, por ejemplo, un mural de Carlos Gardel. Luego fueron antiguos parroquianos los que lo fueron poniendo al tanto a Howard de las historias y personajes que lo frecuentaban, entre otros, el Polaco Goyeneche, Rubén Juárez y Alberto Marino. Afortunadamente todo está documentado y exhibido. El salón sigue manteniendo las viejas mesas con sus sillas de madera. Sigue leyendo

La Giralda

La calle (porque para los porteños sigue siendo calle) Corrientes marca el ritmo de la ciudad. La bohemia intelectual la atravesó históricamente. Escritores, dramaturgos, periodistas y un sinnúmero de músicos y letristas de tango y de rock la inmortalizaron. Nuestro icono máximo, Carlos Gardel, entre otros, la menciona (porque cada día la canta mejor) en «Anclao en París». Calle de teatros comerciales, de los públicos, de Revistas, más librerías, pizzerías, heladerías y cafés. Sobre todo, cafés. Y de los Notables, como La Giralda.

fachada giralda2La Giralda ocupa la planta baja de un precioso edificio de principios del siglo XX, en Corrientes 1453, construido por el arquitecto alemán Carlos Nordmann con vasta obra en nuestro país como por ejemplo (y que aún se mantienen en pie) el edificio de viviendas de Av. de Mayo 620, el edificio de Chile 249, el Torreón del Monje en Mar del Plata, la actual Embajada de España en Figueroa Alcorta 3102, el Casino de Oficiales de la Fuerza Áerea sobre Córdoba 731, etc. Sin embargo, con semejantes antecedentes, La Giralda luce una austera y sobria propuesta estética. Un auténtico cafetín de Buenos Aires que no sufrió modificaciones groseras ni aluviones globalizadores que masifican identidades convirtiendo todo en no lugares. Tiene mesas con tapa de mármol, sillas de madera, azulejos blancos, espejos biselados, ventanas guillotina a la calle y puertas vaivén. Las publicidades acompañan el entorno y pueden verse viejos propagandas de Hesperidina. También se observa un cuadro con una lámina de la Catedral de Sevilla, La Giralda, de donde los propietarios tomaron el nombre. Cualquier descripción del lugar en un libro o nota periodística a partir de 1951 dirá lo mismo. Y este simple dato ya lo hace merecedor de una visita. Sigue leyendo

El Gato Negro

El Gato Negro nació en 1927. Su primer dueño, el español Victoriano López Robredo, le puso ese nombre en recuerdo al café homónimo y preferido de Jacinto Benavente sobre la calle del Alcalá en Madrid. Don Victoriano, antes de afincar en la Argentina y casarse con una porteña, vivió durante cuarenta años entre Ceylán, Singapur y las Filipinas. Era empleado de una empresa británica y allí aprendió a reconocer y amar el negocio de las especias. El primer nombre que tuvo el local fue La Martinica. duró solo un año. Cuando mudó a su ubicación actual obtuvo su nombre definitivo. El negocio pasó por sucesivas manos, pero todas resistieron a la tentación de renovarse. El más logrado mérito, sin dudas, es la preservación de su fachada en una ciudad que ha visto modificada casi en su totalidad las plantas bajas originales en nombre de mejoras y de beneficios comerciales. El Gato Negro, Café Notable de Buenos Aires, queda en Corrientes en el tramo más simbólico y representativo de la porteñidad, rodeado de librerías y teatros, al 1669, entre Rodríguez Peña y Montevideo.

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Ingresar al salón es recuperar la armonía y poner en acción los estímulos. Todo el mobiliario es de madera de roble, las sillas thonet de esterilla, la música acompaña sin estridencias, pero, el valor agregado es el perfume a especias que varia según la molienda.  El Gato Negro puede oler a canela, estragón, jengibre, etc. Tanto como sus cafés y tés especiales. Sigue leyendo