Buenos Aires es una sobredosis de información. Caminarla es recibir a cada paso diferentes referencias de época, culturas, arquitecturas, que lejos están de las urbanizaciones armoniosas y relajadas de otras ciudades del mundo. En ese caos tan agobiante (como también excitante) se ocultan tesoros que aún estando en senderos que se recorren con frecuencia ocultan sitios que cuentan la historia de vida porteña. Hace pocos días circulando en auto por la Avenida Entre Ríos, en el cruce con Cochabamba, observé algo que me llamó la atención. Debo decir que en 55 años no lo había notado (el Café, me enseñaron luego, data de 1950), pero esa tarde noche, con esa luz invernal, La Ibérica brilló como nunca. Pocos días más tarde volví. De mediodía. La esquina se me presentó como un espacio noble. Entrada de roble a dos hojas, piso original, barra con estaño, ventana guillotina; un espacio con carácter.
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La Piedra
La Piedra queda en Corvalán 2499. Esquina Hubac. ¿Qué las calles no suenan céntricas? Es verdad. Pertenecen a Villa Lugano, uno de los barrios periféricos de Buenos Aires. Sin embargo, este café es un claro ejemplo que la mística cafetera porteña no se reduce a algunos barrios en particular.
Café San Antonio
El Café San Antonio fue una verdadera sorpresa en mis habituales recorridos (junto a Rita, obvio). Uno puede sospechar que patrimonios históricos como estos todavía existan en el aleph borgeano que es Buenos Aires. Pero se los imagina en rincones más periféricos. Aunque Barracas, por circunstancias históricas (y ubicación geográfica) es también el arrabal (como se denominan por otra parte los hinchas del mítico Sportivo Barracas). En fin, que a esta altura de mi vida, el andar sin rumbo, me regale estos descubrimientos es lo que mantiene a altas temperaturas mi amor por la ciudad.
La frase inmediata que surge al entrar al San Antonio es «parece como si el tiempo se hubiese detenido». Pero no, el paso del tiempo se observa en cada azulejo, botella, imagen. Sigue leyendo
Rosmari
El último café contado (Café Saavedra) refirió a los bares próximos a las estaciones ferroviarias. Almagro es un barrio atravesado por el ferrocarril, sin embargo las vías circulan varios metros por debajo del nivel de la calle. Los cafés entonces duplican sus secretos porque al misterio del adiós que siembra el tren se le suma la magia de los puentes que remiten a ciudades milenarias de otros continentes. En la esquina de Lezica y Rawson se da esta combinación (poco común en una Buenos Aires plana con pocos desniveles). El resultado es Rosmari, un sitio que de haberlo conocido Jorge Luis Borges lo hubiese tomado como esquina rosada para un cuento de cuchilleros, o parador durante sus caminatas cuando avanzando desde el norte se adentraba en el sur de la ciudad. Nadie ignora que el Sur empieza del otro lado de Rivadavia. Dahlmann solía repetir que ello no es una convención y que quien atraviesa esa calle entra en un mundo más antiguo y más firme, «El sur» (1956).
La Buena Medida
La Boca es uno de los barrios más representativos de nuestra historia. Nació (prácticamente) a la par de la Fundación de la Ciudad, fue puerto, acompañó el desarrollo de la nación, recibió las oleadas inmigratorias, sufrió profundas crisis y se le conocen varios resurgimientos. Barrio con muchos de los Cafés Notables de la Ciudad. Pero con uno, en particular, que también podría integrar el listado de los cafés que apenas se notan o cafés del bajo fondo: La Buena Medida.
La Buena Medida queda en Suárez 101, esquina Caboto, frente a una plaza mítica que fue la primera del barrio e inaugurada en 1894: Plaza Solís. En esa plaza, en abril de 1905, nació Boca Juniors. Pavada de capital simbólico. En ese mismo año, en una de sus cuatro esquinas, también abrió este almacén-bar que abastecía a toda la barriada y al pujante movimiento portuario. Es probable que el nombre se deba al modo de venta de principios del siglo XX cuando todo se pesaba y despachaba suelto. En uno de los espejos del interior del bar también se exhibió por años la leyenda «Para tomar bebida, tomar la buena, para tomar la buena, La Buena Medida». La esquina fue cambiando de propietarios hasta ser adquirida por Ángel (el Bebe) Schiavone en 1972.
La plaza, la esquina y el bar sirvieron de escenario a varias películas. En 1969, Palito Ortega junto a Juan Carlos Altavista, Javier Portales y varios otros grabaron muchas escenas de «Los muchachos de mi barrio». Las imágenes pueden encontrarse en youtube aunque no son de buena calidad. Pero fue en 2002 que La Buena Medida se lució como reducto del hampa y parroquianos lúmpenes. En «El oso rojo» de Adrián Caetano, Juilo Chávez junto al mago René Lavand, se lucieron en varias escenas. Durante una escena de una pelea, Julio Chávez se cubre en una ancha columna que hoy se encuentra en el medio del salón y que formó parte de la pared que dividió al almácen del bar original hasta ser adquirido por el Bebe Schiavone que unificó ambos ambientes en un único espacio. Sigue leyendo
El Boliche de Roberto
Buenos Aires tuvo hasta avanzado el siglo XX varios almacenes con despacho de bebidas. Por lo general el almacén estaba en la esquina con ingreso por la ochava y en una pieza separa pero contigua, también con salida a la calle, estaba la barra donde se juntaban por la tarde los hombres (no estaba bien vista la mujer que frecuentara esos ambientes) a tomar alcohol y jugar a las cartas. Cuando la legislación se modificó, muchos terminaron derribando la pared que los separaba y ampliando el salón reconvirtiéndolo en grandes almacenes que luego derivaron en bares o restaurantes. Los hay y muchos. Y muy conocidos: el Bar de Cao, Miramar, Difei, etc. Pero existe un caso singular en Almagro. El almacén de la esquina cerró y cambió de rubro y quedó sólo el pequeño bar que con los años se convirtió en el Boliche de Roberto.
El Boliche de Roberto está en Bulnes 331, casi esquina Perón. En diagonal a la Plaza Almagro. Es uno de los Cafés Notables de Buenos Aires. Pero lo suyo es el bajofondo. Abrió en 1893 y se lo conocía como «La Casaquinta». Tenía palenque donde descansaban los caballos de los carreros que iban al Mercado de Abasto. Más tarde se lo llamó 12 de Octubre (es su nombre oficial). En 1960 Roberto con su hermano Jorge heredan el almacén-bar. Sigue leyendo
Bar Difei
El Bar Difei es unos de los ochentosos que aún siguen abiertos en esta segunda década del siglo XXI. Los actuales propietarios lo regentean desde 1975 y sostienen que como mínimo mantiene el rubro comercial desde los años ’30 del siglo pasado. Hoy un amplio salón unifica lo que fue un Almacén-Bar tan frecuente en los arrabales de la ciudad: la esquina funcionaba como despensa y por una puerta se pasaba al más pequeño bar para saborear bebidas espirituosas. Su nombre proviene de la conjunción de dos apellidos españoles: Díaz, aporta la primera sílaba; sobre Fei los testimonios pierden solidez y no hay certezas del apellido original que representa. En tiempos de Mundial Brasil 2014 el Difei se luce orgulloso a cada rato por la TV, es la locación elegida por la cervecera Quilmes para su ya famoso comercial #VamosCarajo donde se destacan el viejo televisor con caja y dos de sus mozos. Sigue leyendo
Bar Celta
El centro de Buenos Aires, más precisamente su eje principal, la calle (o avenida) Corrientes, propone un recorrido lineal por nuestra propia historia de vida donde a cada paso nos reencontramos con capítulos contados en formato de café, pizzería, librería, cine o teatro. Pero, a veces, como en este caso, vale la pena saber desviarse unos pocos metros, solo 100 hacia Sarmiento, para escribir una nueva página en el Bar Celta.
El Bar Celta (o Celta Bar) se encuentra en la esquina de Sarmiento y Rodríguez Peña, abrió sus puertas en 1941. Su primer dueño fue un español de Asturias, Claudio Fernández, que lo bautizó de ese modo en homenaje a la cultura celta afincada en esa región. Funcionó como almacén con despacho de bebidas. En 1950, don Fernández lo vendió y el lugar se convirtió en confitería y bar. Estuvo abierto por algunas décadas hasta que cerró sus puertas. Hacia mediados de los 90′ volvió a abrir convertido en un reducto de jazz de altísimo nivel. Walter y Javier Malosetti, Luis Salinas, Pipo Luque, Botafogo, Pepi Taveira fueron algunos de los exquisitos músicos que se lucieron y dejaron su música vibrando en su interior. El Celta (que siempre se mantuvo su nombre original) fue cuna de dos ciclos exitosos «Jazz Club» y «Jam Session». Esta etapa también cumplió su ciclo y volvió a cerrar. Finalmente, en marzo de 2012, hace nada más que un par de años, reabrió, ahora convertido en primo hermano de los cafés que integran el Grupo Los Notables integrado por: El Federal, Margot, Bar de Cao, La Poesía y la flamante joya. La operación de rescate del mobiliario original resultó de maravillas y hoy el Bar Celta luce como cuando lo atendiera su asturiano fundador. Sigue leyendo
La Giralda
La calle (porque para los porteños sigue siendo calle) Corrientes marca el ritmo de la ciudad. La bohemia intelectual la atravesó históricamente. Escritores, dramaturgos, periodistas y un sinnúmero de músicos y letristas de tango y de rock la inmortalizaron. Nuestro icono máximo, Carlos Gardel, entre otros, la menciona (porque cada día la canta mejor) en «Anclao en París». Calle de teatros comerciales, de los públicos, de Revistas, más librerías, pizzerías, heladerías y cafés. Sobre todo, cafés. Y de los Notables, como La Giralda.
La Giralda ocupa la planta baja de un precioso edificio de principios del siglo XX, en Corrientes 1453, construido por el arquitecto alemán Carlos Nordmann con vasta obra en nuestro país como por ejemplo (y que aún se mantienen en pie) el edificio de viviendas de Av. de Mayo 620, el edificio de Chile 249, el Torreón del Monje en Mar del Plata, la actual Embajada de España en Figueroa Alcorta 3102, el Casino de Oficiales de la Fuerza Áerea sobre Córdoba 731, etc. Sin embargo, con semejantes antecedentes, La Giralda luce una austera y sobria propuesta estética. Un auténtico cafetín de Buenos Aires que no sufrió modificaciones groseras ni aluviones globalizadores que masifican identidades convirtiendo todo en no lugares. Tiene mesas con tapa de mármol, sillas de madera, azulejos blancos, espejos biselados, ventanas guillotina a la calle y puertas vaivén. Las publicidades acompañan el entorno y pueden verse viejos propagandas de Hesperidina. También se observa un cuadro con una lámina de la Catedral de Sevilla, La Giralda, de donde los propietarios tomaron el nombre. Cualquier descripción del lugar en un libro o nota periodística a partir de 1951 dirá lo mismo. Y este simple dato ya lo hace merecedor de una visita. Sigue leyendo
Bar de Cao
A principios del siglo XX existía una categoría de comercio que hoy ha caído en desuso, el Almacén-Bar. Eran sitios, generalmente ubicados en esquinas, que funcionaban como despacho de comestibles y que se comunicaban por una pequeña puerta con el bar. En muchos barrios, sobre todo en aquellos donde los espacios verdes no abundaban, estos lugares servían de espacios públicos de sociabilidad, encuentros, novedades y celebraciones. El barrio de San Cristóbal luce con orgullo una auténtica joya patrimonial que supo llamarse «Despacho de comestibles al por menor. Venta de bebidas en general y despacho de bebidas alcohólicas. Cao Hermanos». Hoy, Bar de Cao.
El Bar de Cao queda en Av. Independencia al 2400, esquina Matheu. El edificio funcionó como bodegón desde de 1915. Los hermanos Cao, asturianos, lo adquirieron y convirtieron en almacén-bar a partir de 1930 y atendieron hasta 2000. En 2005, sus actuales propietarios lo rescataron, pusieron en valor, unificaron el espacio y convirtieron en un sitio de atracción sin igual para la ciudad de Buenos Aires. Hoy la vieja despensa de los hermanos Cao integra el grupo de Los Notables junto a sus «hermanastros»: Margot, La Poesía, El Federal y Celta Bar.