Buenos Aires es una sobredosis de información. Caminarla es recibir a cada paso diferentes referencias de época, culturas, arquitecturas, que lejos están de las urbanizaciones armoniosas y relajadas de otras ciudades del mundo. En ese caos tan agobiante (como también excitante) se ocultan tesoros que aún estando en senderos que se recorren con frecuencia ocultan sitios que cuentan la historia de vida porteña. Hace pocos días circulando en auto por la Avenida Entre Ríos, en el cruce con Cochabamba, observé algo que me llamó la atención. Debo decir que en 55 años no lo había notado (el Café, me enseñaron luego, data de 1950), pero esa tarde noche, con esa luz invernal, La Ibérica brilló como nunca. Pocos días más tarde volví. De mediodía. La esquina se me presentó como un espacio noble. Entrada de roble a dos hojas, piso original, barra con estaño, ventana guillotina; un espacio con carácter.
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El Fun Fun
El Baar Fun Fun abrió sus puertas en 1895 en lo que fue el viejo Mercado Central de Montevideo. Detrás del Teatro Solís. Hoy sigue en el mismo lugar aunque el Mercado fue demolido y reemplazado por una construcción más moderna. Queda en Ciudadela 1229, Ciudad Vieja. A pasos del puerto. A puro tango.
El tango no tiene ni fecha ni lugar de fundación. Pues el Fun Fun «conversa» mano a mano con cualquier otro sitio de ambas márgenes del Río de la Plata en esto de ser «socio fundador». De hecho la Declaración del Tango como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad fue otorgada por la UNESCO, por igual, a Buenos Aires y Montevideo.
El Fun Fun es un ejemplo de emprendimiento familiar. Generación tras generación se fue transmitiendo la pasión por mantener vivo este «templo». Pero, sobre todo, por continuar con la tradición de servir la famosa Uvita, creada por don Augusto López, el fundador. La Uvita es una mezcla de oporto y vino. Nada que uno no conozca o consiga en cualquier almacén. Sin embargo, la «fórmula» es un secreto guardado como el de la Coca-Cola y en ningún otro lugar sabe como aquí.
En el Fun Fun cantó Gardel en 1933. Cuentan que acodado en el mostrador, después de probar la Uvita, le dedicó un tango cantado a capella. El mostrador todavía luce ahí. Ahora bien, usted es capaz de perderse la oportunidad de no visitar o apoyarse en la misma barra de estaño en la que cantó Gardel?
El Fun Fun no es un café. Y abre sólo de noche. Pero, transpira tango, puerto, ciudad, parroquianos fieles. ¿Cómo no incluirlo en un blog que refiere a todos estos temas? Que no ni no.
Si visitan Montevideo es imperdonable que no se peguen una vuelta por el Fun Fun. Déjense perder en tiempo y espacio escuchando un tango, mientras saborean una Uvita.
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