Bar El Colonial

plano_garayEl Bar El Colonial abrió sus puertas como almacén-bar hace más de ochenta años en la esquina de la Av. Belgrano y Perú. La esquina forma parte del ejido original trazado por Juan de Garay en la segunda y definitiva Fundación de Buenos Aires. Es decir, la Historia le pasó por delante. En la década del ’50 la polémica «Ley de Agio» obligó al cierre temporario. Años después reabrió como Bar. En la actualidad, desde hace 10 años, El Colonial está en manos de los hermanos Julieta y Alejandro Vázquez quienes se han propuesto rescatar el valor histórico y patrimonial que la esquina tiene para aportarle a la ciudad.

otto wolfHacia 1782, en la vereda de enfrente, donde está el emblemático edificio de Otto Wolf, supo estar la casa del Virrey Del Pino (mandato 1801-1804). A su muerte, y por muchos años, siguió viviendo su viuda dándole a la casa el popular nombre de «Casa de la Virreina Vieja». Posteriormente, en el solar funcionó el primer banco Monte Pío de Buenos Aires que fue precursor del actual Banco Ciudad. Contiguo al Bar, sobre la Avenida Belgrano, se encuentra la Iglesia Prebisteriana San Andrés (1896). Su vecino por la calle Perú es la Vidriera de la Dirección de Enseñanza Artística (GCBA).

Entre los parroquianos famosos que frecuentaron El Colonial se encuentran: Jacobo Timerman (tenía la redacción de la Revista Primera Plana en el edificio Otto Wolf), Ramiro de Casasbellas y Tomás Eloy Martínez (redactores de Primera Plana), Jorge Luis Borges (en su paso hacia su trabajo en la Biblioteca Nacional de la calle México), el ex-Canciller Dante Caputo y otros correligionarios del vecino Comité de la UCR. Página/12 funcionó a media cuadra durante más de 10 años y sus periodistas lo visitaban a diario. La puesta estética responde al inconsciente colectivo. Amplios ventanales para ver pasar la vida, mesas y sillas adecuadas al entorno, barra con banquetas, ventanas guillotina, piso granítico, banderines del Club Deportivo Español y de Independiente de Avellaneda. O sea, que no hace falta explicar el origen de sus dueños. Sigue leyendo

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El Motivo (Villa Pueyrredón)

En Buenos Aires el Café de la Esquina forma parte del ADN que nos constituye. Su espacialidad puede ser reconstruida en el imaginario de todo porteño. Hoy, son muy pocos los que conservan esa estructura matricial. El barrio Villa Pueyrredón tiene uno: El Motivo.

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El Motivo parece un templo arqueológico no descubierto por la modernidad. Su mimetismo con el entorno barrial logra mantenerlo oculto y preservado en su estado original. Más la sólida resistencia de su propietario don José Escobar. Queda en la esquina de Salvador María del Carril y Zamudio. De la vereda de Villa Pueyrredón (que debiera cuidarlo y presentarlo como una de sus más preciadas joyas). Al atravesar el umbral de la ochava se experimenta la sensación de armonía, serenidad y paz que transmite la naturaleza en su estado puro. Sigue leyendo

El Faro de Villa Urquiza

Dentro de los barrios más alejados del centro de Buenos Aires, Villa Urquiza es el que mayor repertorio tanguero puede exhibir en sus «vitrinas». El Teatro 25 de Mayo (un mini-Teatro Colón donde cantó Carlos Gardel) y dos de las Milongas más célebres de la ciudad: la Sunderland y la Sin rumbo, completan un podio de privilegio. Sin embargo, el primer hito reconocible cuando se entra al barrio por la Av. de los Constituyentes (al 4099, esq. Pampa) es el Café El Faro, uno de nuestros queridos «Notables».

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Se desconoce si su nombre responde a las torres de señalización que sirven a los navegantes. Aunque es de suponer que cuando se inauguró, en 1931, seguro que obró como referencia para quienes entraban y salían de la ciudad a diario. El Café El Faro supo ser Almacén-Bar ocupando también el local vecino que da sobre Constituyentes. Hoy es un reducto que reúne todos los «materiales» disponibles de la cultura cafetera porteña: tres entradas, puertas vaivén, ventanas guillotinas, barra con banquetas. Y por si fuera poco un kiosco de diarios y revistas para hacerse de buena compañía durante la estadía. La decoración respeta la liturgia local, publicidades antiguas, viejas raquetas de tenis, máquinas singer y fotografías de músicos y cantantes que pasaron por el local. Sigue leyendo