Cafés del centro/3 – La calle Corrientes (de Cerrito a Callao)

corrientes 1930

Corrientes en la década del ’30

Andaba el cronista callejero recorriendo cafés de tango de la avenida Corrientes cuando se le cruzó un viejo diario con una noticia que si bien era una digresión, el asesinato de Jean Jaurés, no pudo pasar por alto dado que se había cometido precisamente en un café. Así pues, hizo un alto en el camino para glosar la efemérides y ahora retoma su camino hacia el Oeste por esa calle de la que se decía que “nunca duerme”. El tramo que va de Cerrito a Callao fue, entre las décadas de 1920 y 1950, algo así como el Olimpo del tango, por no decir “la Meca” que además de muy trillado hoy puede ser medio peligroso dada la situación internacional. En esas cuadras se concentraban gran cantidad de cafés con orquesta, cabarets, teatros y cines con una permanente afluencia de público dispuesto a escuchar y bailar tango o a presenciar obras y películas en que el género desempeñaba un papel primordial.

cabaretComienza entonces el cronista por detenerse frente al 1124, donde se alzaba el Marzotto,  café que tuvo su mejor época en los Cuarenta. Por allí había andado en 1930 Ángel Vargas como vocalista de la hoy olvidada orquesta de Lando y Mattino, y el cronista confiesa que no ha podido dilucidar si éste último era Carmelo o Fortunato. La cuestión es que ambos eran hermanos y también bandoneonistas, y los dos tocaron en la orquesta de Pancho Lomuto, desvinculándose Fortunato hacia 1938 para formar rubro con el joven Alberto Marino. Y acá se impone una reflexión que no por repetida es menos útil para estas crónicas: en el campo de la cultura popular no siempre existe documentación fehaciente sobre determinados hechos o figuras, generalmente se imponen las fuentes orales como testimonios, reportajes, etc., casi siempre subordinadas a la fragilidad y subjetividad de la memoria humana. Existen repertorios discográficos en los que podemos fechar con exactitud la grabación de determinado tema por determinado intérprete y, a veces, hasta la composición de la orquesta, pero son pocos los testimonios escritos, públicos o privados, que nos han llegado de actuaciones artísticas, más de esa época en que era común que los músicos hicieran doblete o triplete con distintas formaciones y en distintos locales… Esta situación se repite en el caso de Alfredo De Ángelis, mientras algunos autores afirman que su primera orquesta debutó en el cabaret Marabú, otros la fechan el 20 de marzo de 1941 en el Marzotto, acompañada el cantante Héctor Morea, quien no llegó a grabar.

Lo que sí es seguro es el debut, en este café, de la segunda formación del pianista Osmar Maderna en 1945. La cosa había comenzado a fines de 1944, cuando la “orquesta de las estrellas” de Miguel Caló se disolvió y algunos de sus muy jóvenes integrantes formaron conjuntos propios, como Enrique Mario Francini y Armando Pontier por un lado, Domingo Federico por otro, y Maderna que formó rubro con Rafael “el rata” Iriarte, orquesta que duró poco pues éste último regresó con Caló. En el mismo Marzotto realizó Maderna un concurso de cantantes -hoy le diríamos casting– en el que resultó ganador Orlando Verri con Pregonera, quien lo acompañó en esa formación junto al violinista Aquiles Roggero y el bandoneonista Leopoldo Federico, entre otros.

gardel_piazzolla_piazzolla_pibe

Ástor Piazzolla

Otro joven brillante, esta vez bandoneonista, también estrenó su primera orquesta totalmente “propia” en el Marzotto: Astor Piazzolla. El “gato”, como le decía Troilo, se había desvinculado de éste en 1944 para dirigir la orquesta de Francisco Fiorentino, con quien dejó algunas memorables grabaciones, pero un arreglo demasiado vanguardista para el gusto de Fiorentino de Copas, amigas y besos determinó la disolución de la sociedad, episodio al que no debe haber sido ajeno el legendario mal carácter de Piazzolla. Éste armó entonces, como decíamos, su propio conjunto en el que brillaban Atilio Stampone en el piano, Hugo Baralis en violín, Roberto Di Filippo en bandoneón y el cantante Aldo Campoamor, algo olvidado pero que dejó grabadas joyas como Tiernamente (Agustín Bardi-Mario Battistella) o Tapera (Hugo Gutiérrez-Homero Manzi). Con elencos como estos brilló el Marzotto algunos años más, pues en la década de 1950 cambió de firma y se convirtió en el restaurante Arturito, que aún hoy abre sus puertas.

En la siguiente cuadra y en la vereda opuesta, siguiendo la numeración, se alzaron dos bares que en distintas épocas marcaron rumbos en el género. En el 1265 el Café Castilla, abierto alrededor de 1910, donde actuaba el cuarteto de Augusto Berto -de quien ya hemos hablado largamente al recordar los cafés El Verde y La Oración– que integraban Peregrino Paulos en violín, Luis Teisseire en la flauta y José Pepino Bonano en el piano, reemplazado en ocasiones por José Sassone. En el 1269 estuvo el Tango Bar, lugar mitológico que perduró largos años hasta que la “nueva ola” de los Sesenta se lo llevaron puesto. Como la mayoría de estos locales, estaba ubicado en un lote del ancho estándar de diez varas (8,66 m.) y un generoso fondo, lo que los convertía en un largo tubo a lo que se sumaba la separación del “salón familias”, de riguroso orden en aquellos tiempos. Por su palco pasaron innumerables formaciones, entre las que se destacaron, en forma más o menos cronológica, las de Edgardo Donato, Elvino Vardaro, Pedro Láurenz, Alejandro Junissi, Horacio Salgán con Edmundo Rivero, Miguel Caló -entre 1945 y 1948, con el cantor Roberto Arrieta-, Francisco Rotundo con Horacio Quintana, Francini-Pontier con Roberto Rufino y Julio Sosa, Eduardo del Piano con Héctor de Rosas y Raúl Kaplún, a quien dedicaremos un párrafo aparte… Se llamaba, en realidad, Israel Kaflún y había nacido en un conventillo de Balvanera en 1910, hijo de padres judíos de la Besarabia que fue parte de Rumania y de Rusia y hoy es la República de Moldavia, región que proveyó a nuestro país de numerosos inmigrantes. Eximio violinista que nos dejó temas como Una emoción, Canción de rango y ¡Qué solo estoy!, se destacó en la orquesta de Miguel Caló al lado de Enrique Mario Francini, y luego en la de Lucio Demare. Cuando éste optó por seguir su carrera en Cuba, en 1946, formó su propia orquesta con el cantor Horacio Quintana y el bandoneonista Máximo Mori, debutando en El Nacional y pasando luego al Tango Bar y al cabaret Sans Souci, mientras actuaba asimismo en Radio Belgrano. Pero lo que en realidad conmueve al cronista es un episodio de la juventud de Kaplún, cuando en 1928 integraba el sexteto de Armando Baliotti, que “amenizaba” las funciones del cine Moderno de Boedo 839, integrado por Kaplún y Domingo Mancuso en violines, César Ginzo y Haroldo Ferrero en bandoneones, Luis Adesso en contrabajo y el propio Baliotti en el piano. Y quizá no podía haber sido de otra forma, porque Baliotti era hombre del barrio: nacido en 1905 en Boedo y Salcedo, hizo la primaria en “la Gurruchaga” de Boedo 657 y la secundaria con los salesianos, aprendiendo luego música en el conservatorio de Giampe, en Salcedo y Las Casas. Comenzó profesionalmente, aún de pantalón corto, en el cine Los Andes de Sáenz y Caseros y en el café El Alba, de Sáenz y Esquiú… Pero nuevamente el cronista se ha entusiasmado e ido de tema. Sólo ha recorrido una cuadra y todavía lo esperan La Real, el bar Iglesias, el café Domínguez, y tantos otros establecimientos que hicieron la historia del tango y de nuestra ciudad. Pero ese… será otro callejeo.

 

por Diego Ruiz (museólogo y cronista callejero)

mandinga.ruiz@gmail.com

Publicado en el periódico Desde Boedo, N° 146, septiembre de 2014

Anuncio publicitario

Un pensamiento en “Cafés del centro/3 – La calle Corrientes (de Cerrito a Callao)

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s