Cafés de Palermo

Andaba el cronista, el mes pasado, recorriendo los cafés de Villa Crespo y sobre el cierre amenazó con rumbear para el lado de Palermo, cuya historia tanguera está íntimamente ligada a la de aquél, seguramente por vecindad. Y si bien no se trata de un café como los que viene glosando, sino de un salón de baile, no podía dejar de pasar por el pasaje Argañaraz, una sola cuadra que corre entre Estado de Israel y Lavalleja, en ese triángulo que completan Córdoba y Scalabrini Ortiz que un agente inmobiliario algo avispado pretendió, no hace mucho, llamar Palermo “Queens”. Se alzaba allí, en tiempos del Centenario, un salón cuyo real nombre ignoramos, pero ha pasado a la historia -o a la leyenda- con el nombre de la calle y al que Roberto Firpo dedicó, en 1913, el tango homónimo. En 1930 se le ocurrió a Enrique Cadícamo ponerle letra -como haría con No, un hermoso tema de Eduardo Arolas que fue rebautizado Café de Barracas– y, a partir de la grabación de Carlos Gardel, pasó a ser conocido como Aquellas farras.

El_bulin_de_la_calle_Ayacucho_tapa_72A unas pocas cuadras, cruzando la entonces Canning, se encontraba el restaurante y café ABC, en el 602 de Rivera, donde Villa Crespo se confunde con Villa Malcolm. El cronista ya ha comentado que una Ordenanza de 1893 había nombrado Triunvirato al tramo de Corrientes que corría entre Río de Janeiro y Federico Lacroze y, en este caso, una disposición de don Torcuato de Alvear de 1882 había designado Rivera al tramo de Córdoba entre Gascón -donde se bifurcaba de Lavalle (hoy Estado de Israel)- y dicha avenida Lacroze. El ABC fue, en la década de 1920, el escenario de algunos de los protagonistas de la renovación que se iba produciendo en el tango y a la que se le ha dado fecha fundacional en 1923, cuando Julio De Caro se hizo cargo de la orquesta de Juan Carlos Cobián, que se había ido a Nueva York -según las malas lenguas- detrás de una señorita. Así, sabemos que entre 1921 y 1922 actuó en su palco el bandoneonista villacrespense José Servidio (quien escribió la letra de El bulín de la calle Ayacucho junto con su hermano Luis), que venía del café La Puñalada de Triunvirato y Gurruchaga, con Bernardo Germino y César Pizzella en los violines y José Tanga al piano.

El reemplazo de Servidio, en el año 1923, fue de lujo: el pianista Roberto Goyheneche (que así se escribía el apellido, bien vascuence), encabezaba un sexteto integrado por Pedro Láurenz y Enrique Pollet en bandoneones, Emilio “el rengo” Marchiano y Juan Marischi en violines y Luis Bernstein (autor de Don Goyo) en el contrabajo. Goyheneche falleció en 1925, con sólo 27 años, pero entre otros notables tangos nos dejó Pompas y Yo te perdono, con letras de Cadícamo, y De mi barrio, con letra propia y popularizado por Rosita Quiroga (“Yo de mi barrio era la piba más bonita…”). En el incesante ir y venir de conjuntos que caracterizaba la época, Servidio reincidió en el ABC en 1924, incorporando a Tito Roccatagliata en el violín, y este mismo año, debutó con sexteto propio Enrique “el francesito” Pollet, que completaba Antonio Romano en el segundo fuelle, Bernardo Germino y Emilio Marchiano en violines, Luis Bernstein en el contrabajo y el jovencito Osvaldo Pugliese detrás del piano. El conjunto tuvo una larga actuación, con algunos cambios, como José de Grandis (autor de las letras de Cotorrita de la suerte y Amurado) por Marchiano, entre otros. Allí habrían estrenado Recuerdo con letra del palermitano Eduardo Moreno, si bien algunos historiadores sostienen que el estreno exclusivamente musical habría sido, poco antes, en el café Mitre de Villa Crespo por el sexteto del bandoneonista Juan Fava. Lo cierto es que Pugliese, que había debutado en 1921, con sólo 15 años, en el café de La Chancha de Rivera y Godoy Cruz, ya se abría camino como destacado intérprete y compositor, si bien sus primeras partituras -aparentemente por razones legales, dada su minoría de edad- aparecían firmadas por su padre Adolfo. También ese notable año 1924 actuó en el ABC Ricardo “la nena” Brignolo (Chiqué), con Ernesto Bianchi como segundo bandoneón, Antonio Arcieri y Marcos Larrosa en violines, Roberto Goyheneche al piano y Carmelo Mutarelli (quien compuso la música de Mano cruel, con letra de Armando Tagini) en el contrabajo.

Siguiendo nuestro recorrido por Palermo, en la esquina de Canning y Costa Rica se alzaba el café El Maratón donde actuaba, en 1912, el trío integrado por Manuel Aróztegui al piano, Paulino Facciona en violín y Manuel Firpo en el bandoneón. Aróztegui, era negro y Oriental, había venido muy niño a Buenos Aires y, según contó a los hermanos Bates, sintió nacer su amor por la música allá por 1905, cuando concurría a escuchar a Juan Pacho Maglio en un café de Thames y Guayanas (hoy Niceto Vega). Lo cierto es que la temporada en El Maratón sólo duró seis meses, pues un batifondo terminado en tiroteo disuadió al dueño de seguir contando con número musical, por lo que Aróztegui se mudó a un café de amable recuerdo para los boedenses: El Capuchino de Carlos Calvo 3621. En este local, que luego se llamaría Cine Los Crisantemos y pizzería El Clarín -cuando fue la segunda sede de la Peña Pacha-Camac- estrenó su tango El apache argentino en 1913, año en el que también compuso El cachafaz, dedicado al bailarín Ovidio José Bianquet, así apodado y que vivía en un conventillo de Independencia y Boedo donde hoy se alza una sucursal del Banco Nación. Mientras Aróztegui actuaba en El Maratón, en el Atenas, de Canning y Santa Fe, hacían roncha nuestros viejos conocidos los hermanos Santa Cruz, el bandoneonista Domingo y el pianista Juan con Carlos Hernani Macchi en flauta y Alcides Palavecino en el violín, quienes venían de tocar en La Morocha de Triunvirato y Carril.

villa crespo 1Antes de enfilar por Santa Fe hacia el Maldonado, el cronista no puede dejar de mencionar otros dos establecimientos: por un lado, más hacia la Recoleta, y pasando la sombra ominosa de la Penitenciaría Nacional, una glorieta que existía en la avenida Las Heras frente a la iglesia de San Agustín, donde actuaron entre 1915 y 1925 los conjuntos de Vicente Greco, Roberto Goyheneche y Juan Carlos Bazán. Según algunos estudiosos, hacia 1924 solía caer por este recreo Pedro Láurenz después de sus actuaciones en Radio Cultura, y en él estrenó su primera composición, La Revancha. Por otro lado y de nuevo hacia el norte, en la intersección de Las Heras y Bulnes, existía allá por 1914 un almacén y bar donde sentó sus reales el palermitano Adolfo Alejandro Pérez, más recordado por su sobrenombre “Pocholo”, actuando con un trío que completaban Enrique Greco en el violín y Elías De Lellis en la guitarra, cobrando dos pesos por cabeza y por noche.

Como lo prometido es deuda, el cronista se dirige ahora hacia el corazón de Palermo, hacia la ribera del Maldonado que ya visitara el mes pasado en sus andanzas por Villa Crespo. Allí, a pocos metros de los “Portones” de Palermo cuyas puertas abrían el camino a las cervecerías y recreos que en la primeras década del siglo XX fueron el centro de la noche porteña, existían otros lugares cuya historia quedó íntimamente entrelazada con el tango, como el Café La Paloma que aún recordamos en la voz de Ángel Vargas. Pero ése… deberá ser otro callejeo.

 

por Diego Ruiz (museólogo y cronista callejero)

mandinga.ruiz@gmail.com

Publicado en el periódico Desde Boedo, N° 139, febrero de 2014

http://www.desdeboedo.blogspot.com.ar/#!http://desdeboedo.blogspot.com/2014/02/n-139-febrero-2014.html

 

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Otros cafés de tango

El cronista anduvo todo este año recorriendo barrios en su faceta de coleccionista de cafés y, allá por agosto, afinó la puntería para dedicarse a los cafés de tango, esto es a aquellos establecimientos que supieron tener un palquito, un escenario o tan sólo un rincón donde famosos o anónimos musicantes fueron desarrollando ese género musical. Para seguir el hilo cronológico, debió arrancar desde el viejo San Nicolás de antes del Centenario -tres décadas antes de que Corrientes se convirtiera en “la calle que nunca duerme”, como decía Roberto Gil-, pasando por San Cristóbal, La Boca y Barracas y, llegado a ese punto, decidió seguir su periplo por los barrios del Sur.

corrales-viejos-caseros-y-monteagudo foto parque patricios blogParque Patricios, tanto como Almagro y el actual Boedo, fueron barrios muy frecuentados por los payadores de fines del siglo XIX y principios del XX, dada la existencia en el primero del matadero, aquellos Corrales Viejos que funcionaron entre 1871 y 1901. El cronista ya ha mencionado antiguas pulperías que se fueron convirtiendo en cafés, cediendo el paso el canto de contrapunto al naciente cantor nacional -como José Betinotti- o a los humildes tríos y cuartetos de la primera época y, sin embargo, es muy escaso el registro o la memoria de estos establecimientos que, seguramente, fueron muchos. Entre los recordados está la pulpería de Caseros y Almafuerte, luego Café El Parque, que contó con la presencia de Gabino Ezeyza, José Higinio Cazón, Betinotti y donde alguna que otra vez cantó el joven Carlos Gardel. cafe benignoOtro, que ha pasado a la leyenda a través del emocionado recuerdo de Homero Manzi, era el Café de Benigno, en la calle Rioja 2179 de la actual numeración “(…) desde cuyo palco molía tangos el bandoneón de ‘Arturo La Vieja’, y en cuya pizarra de billar se colocaba el resultado de los partidos de primera cuando no había radio ni sextas ediciones (…)”. En las guías comerciales de la época figura como “Benigno Fernández, Conde y Cía., Bar”, e incluso se lo puede divisar en alguna foto antigua, y Arturo La Vieja no era otro que José Arturo Severino, un fuellero nacido en 1893 en Parque Patricios que se había iniciado en la guitarra, pero al que Sebastián Ramos Mejía empujó a estudiar el bandoneón, falleció joven en 1934 y fue el crédito del barrio.

Unas cuadras hacia el norte, en el cruce de Rioja y Salcedo, con el paredón de Vasena como telón de fondo, existía hacia el Centenario un almacén y bar cuyo nombre no ha perdurado. Allí actuó, entre 1909 y 1916 un cuarteto encabezado por Rafael Iriarte en la guitarra, Pepe Ferro en bandoneón, José Rodríguez en el violín y un tal “Nerón” en… mandolín, según refiere Jorge Bossio en su obra Los cafés de Buenos Aires: Reportaje a la nostalgia que tantas veces hemos citado. Iriarte, cuyo apodo era “el Rata”, o más suavemente “el Ratita”, ya era conocido por esos barrios, pues su debut profesional fue en un café de San Juan y Mármol en 1907. Nacido en 1890, al fallecer su padre fue enviado a San Luis, pero parece que el campo y sus labores no le sentaron muy bien, pues se volvió apenas pasados tres años, tampoco los trabajos regulares en firmas como Mihanovich o el Expreso Villalonga, prefiriendo tocar la guitarra y salir de serenata… Lo cierto es que en el transcurso de esas correrías, según contó el propio Iriarte a los hermanos Bates (Historia del tango, Fabril Editora, 1936), conoció en el café mencionado al bandoneonista Luis Solari -que algunos consignan como maestro de Genaro Espósito- y al Ciego Míguez, que presumimos violinista, comenzando a actuar como trío. Sin embargo Iriarte, que se ve que era andariego, pronto levantó vuelo junto a Ricardo “la Nena”Brignolo hacia un café ubicado en Rincón y Garay, más tarde en una gira por el interior del país y, en 1916, rumbo a las luces del Centro donde actuó en el café El Quijote de Corrientes 959, donde luego se alzó el primitivo Los 36 billares hoy en trance de desaparición. Rafael Iriarte nos dejó una abundante obra, pero seguramente el lector lo recuerda por Trago amargo, que compuso en 1925 con Julio Navarrine y comienza: “Arrímese al fogón,/ viejita, aquí a mi lado./ Y ensille un cimarrón/ para que dure largo…”, verdadero epítome de la explotación filial.

cachafaz1¿Y por Boedo, cómo andamos? Extraña circunstancia la de este barrio que, en el imaginario popular, es sinónimo de “barrio de tango”. Es cierto que en su perímetro, o en sus aledaños, vivieron numerosas personalidades vinculadas al género, pero en los tiempos heroicos de la formación del mismo es muy escaso su protagonismo. Por ahí andaban Betinotti (Quintino Bocayuva y México) y su maestro Luis García Acosta (Venezuela y Maza); Juan Cianciarulo, primer maestro de violín de Cátulo Castillo, tenía su Conservatorio Bonaerense en Boedo 771, y Antonio Arona -padre de Oscar Arona, el de Malvón, Parque Patricios, El cornetín del tranvía, Bailongo de los domingos, etc.- el propio en San Ignacio 3677; los hermanos Sureda eran del barrio y El Cachafaz vivía en el conventillo de Boedo e Independencia donde hoy se alza el Banco Nación… Pero en la nomenclatura urbana en que según los historiadores se formó el tango, Boedo tiene poca o nula figuración; repetimos, es posible que sea un problema de registro: las expresiones más populares de la cultura no suelen quedar consignadas -y menos en aquellos tiempos- en la historia, y a veces ni siquiera en las letras de molde.

Sin embargo, contamos con un par de referencias -si bien escasas, no por ello menos importantes- de cafés de tango en Boedo. Por un lado, el cine-bar El Capuchino de Carlos Calvo 3621, así llamado porque si bien no se cobraba entrada era obligatoria la consumición de dicha bebida. Según los hermanos Bates allí habría estrenado el moreno Manuel Aróztegui su tango El apache argentino en 1913. Notable destino el de este local, hoy convertido en pelotero para niños: primero mejoró su nivel, convirtiéndose en el cine Los crisantemos, de Juan Spíndola, y luego en la pizzería El clarín, donde se reunían los integrantes de la Peña Pacha Camac para reponer energías después de sus tenidas en los altos del café Biarritz. Se ve que las porciones de muzzarella y fainá acompañadas de vino tinto forjaron una amistad con el dueño, pues cuando debieron desalojar el Biarritz en 1938, los cofrades de la Peña se instalaron en el subsuelo del establecimiento por varios años. Otra referencia incumbe al violinista Rafael Tuegols, gran amigo de Arolas, en cuya vasta obra se destacan La gayola y Príncipe, que integrando un cuarteto también integrado por Antonio “el ruso” Gutman en bandoneón, Roque Ardid en piano y Luis Aulisini en flauta actuó en 1913 en un impreciso café de San Juan y Boedo. En cuál, no lo sabemos, pues en esos tiempos en la esquina sureste se alzaba el almacén de Pérez y Posse, en la noreste el Nuevo Banco Italiano, en la suroeste la farmacia de Santo Chianelli y, en la esquina noroeste, la “sastrería y confecciones” Los dos petizos de Diez y Seoane.

Antes de regresar al origen, al barrio de San Nicolás, donde en la década de 1940 transcurrirá la edad dorada del tango y sus cafés, es necesario sin embargo referirnos a otros dos barrios fundamentales en nuestro recorrido, Villa Crespo y Palermo. Pero ese… será otro callejeo.

por Diego Ruiz (museólogo y cronista callejero)

mandinga.ruiz@gmail.com

Publicado en el periódico Desde Boedo, N° 137, diciembre de 2013

http://www.desdeboedo.blogspot.com.ar/#!http://desdeboedo.blogspot.com/2013/12/n137-diciembrede-2013-sumario-100anos.html