Las Richmond

La memorable Confitería Richmond de la calle Florida 468 supo tener tuvo dos hermanos mayores. Y algunos parientes lejanos más. En las primeras dos décadas del siglo XX Buenos Aires adquirió una dinámica transformadora que dejaba atrás su imagen aldeana de diseño colonial para pasar a reconocerse como una metrópoli ilustrada y cosmopolita sin pesarle su posición periférica en el mundo. Tanto fue así, que peleó con Nueva York ser puerto de destino para millones de inmigrantes. Se remodelaron edificios y aparecieron muchos nuevos. Es en la arquitectura, símbolo de una lucha del pasado con el presente y de la interposición entre ambos, donde algunos Cafés empiezan a diferenciarse. Comienzan a separarse de los despachos de bebidas y almacenes y pasan a llamarse Cafés Principales o, directamente, Confiterías. La “Richmond” abrió en 1917. Fue la hermana rica de otros dos bares homónimos, y de mismos dueños, uno ubicado sobre Esmeralda, frecuentada por gente de medio pelo y otra sobre Suipacha, reducto de “burreros”. La foto 1 pertenece al local de Esmeralda 444, circa 1940, debidamente aggiornado, pero con el rótulo Bar, muy lejos del glamoroso edificio de Florida proyectado por el arquitecto belga Julio Dormal, el mismo que concluyó el Teatro Colón, con sus sillas y sillones estilo Chesterfield tapizados en cuero, sus mesitas Thonet y sus arañas de bronce y opalinas traídas especialmente de Holanda. La foto 2 es del local sobre la calle Suipacha. La 3° es de 1930 y si bien no me consta que sea del mismo grupo todo hace suponer que el Kiosco Richmond al paso en la Estación Retiro sea otro miembro menor de la familia.

Foto 1. Richmond de Esmeralda.
Foto 1. Richmond Esmeralda
Foto 2. Richmond Suipacha
Foto 3. Richmond al paso Estación Retiro

Cafés japoneses

Hoy inicio una nueva categoría: los cafés históricos. Son viejos cafés de Buenos Aires que han dejado una huella en su historia por distintos motivos. Los primeros que contaré son los japoneses.

The Japan Bar

La inmigración japonesa comenzó a llegar al país en la primera década del siglo XX. Si bien no existía un convenio entre ambos países (el gobierno argentino promovía la llegada de europeos para mantener una uniformidad cultural) los primeros nipones llegaron en 1908. Venían de Brasil, país que sí apostaba y recibía contingentes de japoneses. Pero, muchos de éstos “bajaban” hacia Buenos Aires en busca de mejores condiciones. La primera actividad que los ocupó fueron los bares y cafés. En la década del ’20, ’30 y ’40 los hubo en cantidad y fama en la ciudad (también en Rosario y Córdoba). Los cafés japoneses incorporaron billares, orquestas y vitroleras. Muchos adjudican esta costumbre al inquebrantable vínculo entre el tango y la cultura japonesa. The Japan Bar fue uno de los más famosos. Abrió en la década del ’20. Estaba en la calle 25 de Mayo 427, entre Corrientes y Lavalle. Llegó a contar con más de 50 mozos y con una orquesta conocida como First Class Ladies Orchestra. Los propietarios de ese bar eran los señores Oshiro y Arakaki. Si les parece vuelvo con más historias de cafés japoneses en Buenos Aires.

Bar Japonés

Este bar (cuyo nombre no es seguro) estaba ubicado en la esquina de Cerrito y Lavalle antes de la demolición producida por el avance de la Av. 9 de Julio. No hay registros fotográficos. Pero, sí aporta un capital simbólico único a nuestro patrimonio cultural a partir de la mención que Roberto Arlt hace de éste en su libro “Los 7 locos”:

Así llegó hasta Cerrito y Lavalle.

Al poner una mano en el bolsillo encontró que tenía un puñado de billetes y entonces entró en el bar Japonés. Cocheros y rufianes hacían rueda en torno a las mesas. Un negro con cuello palomita y alpargatas negras se arrancaba los parásitos del sobaco, y tres “macrós” polacos, con gruesos anillos de oro en los dedos, en su jerigonza, trataban de prostíbulos y alcahuetas. En otro rincón varios choferes de taxímetros jugaban a los naipes. El negro que se despiojaba miraba en redor, como solicitando con los ojos que el público ratificara su operación, pero nadie hacía caso de él.

Erdosain pidió café, apoyó la frente en la mano y se quedó mirando el mármol.

Además de aparecer en la novela, el historiador Jorge Bossio da cuenta de su existencia en su libro sobre cafés de Buenos Aires como también aparece en el texto “Cuando Oriente llegó a América” publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo. Todos refieren a la fama narrada por Arlt. No olvidemos que, por esos años, todavía no existía el Obelisco, la 9 de Julio era un proyecto a futuro y todas las calles de la zona formaban parte de la cuadrícula original con calles y veredas estrechas y de aspecto sórdido. El esplendor urbanístico que avanzaba hacia el norte de la ciudad lo hacía por Av. De Mayo, Av. Callao, Av. Santa Fe y la calle Florida.

Café Nippon

El Nippon estaba en la esquina N.O. de San Juan y Boedo. Era la actual Esquina Homero Manzi. Hacia 1927 existía en el lugar la tienda Los Dos Petizos que dejó de funcionar para pasar a ser el Café El Aeroplano por el dibujo de un avión en una de las vidrieras. Diez años más tarde, en 1937, el local fue adquirido por los japoneses Azato Eizen y Azato Chosu cambiándole el nombre por Nippon. Los nipones lo regentearon por once años para luego venderlo. Los nuevos dueños, fieles a los cambios de época, lo convirtieron en el Canadian. Mucho más tarde, en 1981, pasó a ser conocido como el Homero Manzi y en 2001 adquirió el nombre que mantiene hasta la fecha: La Esquina Homero Manzi. Por el Café pasaron, además del homenajeado poeta, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Cátulo Castillo, Sebastián Piana, Julián Centeya, José María Contursi, Roberto Rufino, Argentino Ledesma, Carmen Duval, Tito Reyes, Vicente San Lorenzo (autor del tango Almagro), el poeta Oscar Pesce, Enrique Maciel (autor de la música de La Pulpera de Santa Lucía), Isidoro Blaisten y más. Lo notable, retomando el mencionado estrecho vínculo entre la cultura japonesa y nuestro tango, es que de una historia cafetera que marcha hacia su primer centenario, fue durante la gestión de los Azato cuando el gran Homero se inspiró en sus mesas para componer los inmortales versos de Sur.

El Japonés

El Japonés estaba en la Av. Boedo 873, casi esquina Pasaje San Ignacio. Era reducto de malandrines como de intelectuales del Grupo Claridad. Al Japonés lo frecuentaban Roberto Arlt, Nicolás Olivari, Enrique y Raúl González Tuñon, Leónidas Barletta, Álvaro Yunque y otros miembros del Grupo Boedo quienes mantenían una disputa intelectual con otro grupo que frecuentaba la Confitería Richmond sobre la calle Florida de la cual obtuvieron su denominación. La polémica entre los bandos Boedo y Florida sucedió en los años ’20 cuando dos famosos grupos literarios se juntaban por afinidad ideológica.

El propietario era, por 1925, el nipón Motokichi Yamakata. Llegado en 1908 en el vapor Kasato Maru junto a la primera inmigración japonesa al Brasil (como comenté en el posteo anterior Brasil quería reemplazar la mano de obra europea en sus cafetales, pero los japoneses arribados pronto se encontraron con problemas en sus contrato y pagos y buscaron nuevos destinos en Buenos Aires).  

Lo más increíble es que el Café El Japonés fue punto de encuentro de hinchas de Huracán. A sólo 200 mts del Café Dante, hoy también cerrado, sede icónica de la barra de San Lorenzo. Y ambas hinchadas respetaban sus lugares. Volveré con más espacios nipones en Buenos Aires.

Por último adjunto una foto del Seminario Bonaerense donde se observan los cafés, comercios, alojamientos, cantidades y orígenes de japoneses en el barrio de Barracas y La Boca durante los años 1919-1922. Menciona a los cafés Mikado, Osaka, Kawaji y Japan. Como ya mencioné la presencia japonesa en cafés y bares tuvo su momento entre las décadas del ’20, ’30 y ’40 en Buenos Aires. A partir de entonces, según consta en un informe del Banco Interamericano de Desarrollo, “nuevas leyes laborales y nuevos impuestos aplicados al rubro gastronómico alejaron a los miembros de la colectividad de una actividad en la que habían sobresalido”. Muchos japoneses pasaron al rubro Tintorerías. Tanto que en los ’60 y ’70 decir “voy a lo del japonés” era un equivalente al actual “voy al chino”.