No fue deliberado. Simplemente se dio. De los cinco cafés que conforman el grupo Los Notables (Poesía, Margot, Celta, de Cao y Federal) el único que aún no había contado era El Federal. Y en el año de su 150 Aniversario. Quizás me intimidó su inmenso capital simbólico y cultural más el temor a no estar a su altura. Porque El Federal carga sobre sus vigas y dinteles el peso de nuestra historia. A través de sus vidrieras se puede contar la vida de Buenos Aires. Nació como pulpería en 1864 cuando esto seguía siendo una aldea.

Está ubicado en la esquina de Perú y Carlos Calvo, San Telmo, el famoso Barrio Sur del trazado original de Garay. Aunque la esquina, por décadas, fue la periferia de la ciudad. Luego se fueron afincando las familias adineradas que se establecieron en la zona hasta que la epidemia de fiebre amarilla de  1871 las corrió hacia el Norte. El Federal ya funcionaba. Y volvió a ser periferia. En su derrotero pasó de pulpería a prostíbulo y luego a almacén con despacho de bebidas. Es decir, la esquina siempre tuvo un destino «comercial».

El Federal fue protagonista de los cambios, crisis, refriegas, persecuciones y primaveras políticas que nos cuentan. Imaginen la cantidad de historias de vida que acumulan sus mesas y sillas. O las confesiones que flotan en la barra. Miles de historias de amor, desengaños, rupturas, promesas, infidelidades, sobrevuelan el aire del lugar. Incluso no le falta un crimen pasional. Cuando funcionaba como almacén, se conoce que la hija del dueño engañaba a su pretendiente quien, enterado que estuvo del asunto, la asesinó en la puerta del local. 150 años, qué menos. De espectros que se pasean por sus salas, pero también de un repertorio tangible de imágenes paganas que transmiten información allí donde se fije la mirada. Aunque no siempre alcanza con ver para mirar. A la mirada hay que formarla. Es por eso que El Federal exige más de una visita. Todo el espacio está narrado en lenguaje de códigos. Y cuanto más se los comprenda más valiosa, reconfortante y enriquecedora será la experiencia.

Hoy El Federal hace honor a su nombre. Es una organización que se divide en espacios con mesas autónomas, pero no totalmente soberanas sino que respetando las normas del poder superior: un Bar Notable. El salón principal, con entrada por la ochava y por Carlos Calvo, funciona como los grandes mercados andinos, hay vecinos casi centenarios, turistas de todas las lenguas, parejas de jóvenes, lectores de diarios y conversadores de mesa en mesa. El salón que da hacia la vereda de Perú, es un espacio más íntimo, reina el silencio, allí se leen libros o escribe o se susurran charlas. El tercer espacio que completa la planta es un lugar de trabajo. Todas las mesas estás ocupadas con notebooks, tablets, papeles y carpetas.

El Federal es visitable a toda hora. Cualquier momento puede convertirse en una experiencia sublime. Recomiendo ir en diferentes horarios para observar las transformaciones que ocurren en el barrio y la actitud que asumen los parroquianos diurnos o nocturnos y en diferentes días de la semana, pero, por sobre todo, para mirar con atención los énfasis y el protagonismo que ganan cada salón, el mobiliario y los objetos que van cobrando importancia según las horas.

Pasen, un lugar con 150 años tiene mucho para decir. El Federal es un espejo que nos devuelve lo que somos.

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