En Buenos Aires llueve. Sentencio sin encontrar mejor modo de estructurar la frase porque las tormentas en noviembre son batallas despiadadas que libran la primavera y el verano. Son cerca de las 9 de la noche y camino por Carlos Pellegrini hacia Libertador. Entro en Gros Café.
El café está concurrido. Detrás mío entra un señor vestido con campera de gamuza (que no se saca durante su cena) y saluda al personal con el conocimiento de parroquiano diario. En otra mesa una pareja de mediana edad charla animadamente. Otros dos venezolanos ocupan una mesa sin apuro ni tiempo ni lugar. La tele está encendida en el canal Gourmet, pero en silencio. Es Louis Amstrong quien nos acompaña con su agradable vozarrón.
El Gros Café está en la esquina de Arenales y Carlos Pellegrini. Tiene, además de mesas, boxes que dan hacia ambas calles. Los boxes se parecen a los del café de Seinfeld y, quizás, la pretensión es replicar éste rincón neoyorquino. El intento es logrado. Esta zona de la ciudad, Retiro, tiene un aire cosmopolita que tolera propuestas como la del Gros. Le saco una foto a la gráfica del café que se luce en la vidriera y la subo a Instagram. Al instante me responde Paige, una amiga yanqui que vive en el barrio.
Los colores que sobresalen en el café son marrones y negros. Está perfecto. El diálogo con la esencia porteña es cromáticamente armónico.
Estoy esperando a Fabián, un amigo de Lanús que desde hace 25 años vive en Copenhague y está de paso por la ciudad. Entra una pareja joven. Quizás, en otra noche, hubieran seguido de largo. En ésta el Gros es un refugio urbano de llanura. Se piden una cerveza mientras intercambian información sobre la cantidad que comen los fines de semana.
Uno de los empleados charla con otros dos amigos en la vereda. Ríen exageradamente, forzando la anécdota. La pareja de mediana edad pide la cuenta. Está claro que es una primera cita porque la energía del café pierde intensidad cuando ellos salen. Llega Fabián y al abrirse la puerta entra al Gros la frescura y el aroma de la ciudad lavada.
En la esquina se detiene un Mercedes Benz y el conductor hace una pregunta a los tres amigos. Arranca y sigue viaje. Con Fabián pedimos algo para cenar. Mi mujer se suma más tarde está acompañando a una amiga. Louis Amstrong sigue deleitando a todos con sus clásicos.
Nos comimos dos ensaladas con langostinos muy recomendables. Afuera la guerra de estaciones sigue con furiosa intensidad. Los venezolanos sostienen su falta de obligaciones y se piden otro vino. Buenos Aires es una megametrópoli que lo contiene todo. Al rato llega Gabyn, mi mujer, y le suma melancolía a la noche. Se bebe mi copa de vino. Se me viene Spinetta a la mente.
…la lluvia borra la maldad y lava todas las heridas de tu alma…
…y esto será siempre así, quedándote o yéndote.
Con una demora inexcusable, Roberto Gros, por Gros Café te agradece calurosamente el comentario tan pormenorizado y seccionalmente escrito en su momento.
Gracias Roberto. Saludos!