Ellos hablan solos

Sólo dos mesas ocupadas me sirvieron para confirmar el rumor. En una de éstas, una señora mayor, de postura rígida y con carácter, miraba hacia el interior del café mientras dictaba sentencia con voz firme y severa. En la otra, que daba justo a la ventana, un hombre también mayor, quizá de la misma edad, pero con un notable desmejoramiento de su rostro y aspecto que sospeché producido por una vida menos favorecida, parecía compartir tertulia con otros dos parroquianos. La escena era tal cual me lo habían contado. Los dos charlaban animadamente. Los dos hablaban solos.

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Los Cafés de Buenos Aires esconden historias singulares que les permite distinguirse entre sí. El tipo de barriada, los diferentes orígenes inmigratorios, la omnipresencia en el barrio de una fábrica o institución, todo les otorga características propias. En éste la gente habla sola. El dato me fue confiado con el compromiso de no revelar su dirección. El dueño del Café y los vecinos del lugar tienen gran respeto y consideración por los fieles parroquianos que lo frecuentan. No quieren curiosos que inhiban la naturaleza de sus clientes. Lo único que me permito decir es que queda en Parque Patricios y que su entrada no tiene ninguna identificación. Ni falta que hace. No hay nombre que recordar por la sencilla razón de que allí nadie cita a nadie. La gente en este café habla sola.

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Mi primera reacción cuando me confesaron el dato fue de descreimiento. Hoy por hoy, es bastante común ver gente por la calle que habla sola, pero la existencia de un café speak alone friendly me resultó inverosímil. Lo primero que hice fue chequear si en la vecindad no hubiera un hospital psiquiátrico que trabaje con externos. El Borda y el Moyano estaban lo suficientemente distantes como para adherir a la teoría. Que el Café estuviera situado dentro del Distrito Tecnológico tampoco implicaba que fuera un punto de reunión de nerds utilizando telefonía de manos libres. No. La mujer que miraba hacia el interior claramente adoctrinaba a «alguien» con quien compartía la mesa. En la otra se contaban recuerdos de gloriosos players y epopéyicas tardes del glorioso Club Huracán.

Decidí quedarme hasta que ambas charlas terminasen para interrogar tranquilo al mozo. Al rato, con la diferencia de pocos minutos, las dos mesas pidieron la cuenta y se retiraron. El mozo les cobró inmutable. Sin ninguna manifestación perturbadora en su rostro. El hombre hacía su trabajo. Y, por otra parte, en este Café está bien explícito cómo se debe tratar a su clientela.

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Cuando me puse de pie entraron dos nuevas personas y la atención por saber cómo actuarían me hizo volver a mi lugar. La pareja parroquiana se sentó junta y charlaban. Todo dentro de la lógica normalidad. Llamaron al mozo y ordenaron. Fue entonces que el mozo, que se dirigía hacia la barra a buscar el pedido, cruzó frente a mi mesa y no pude controlar el impulso de dejar flotando un comentario cómplice:

Menos mal que llegó gente nueva y no se sientan solos. Por un momento creí que acá estaban todos locos.

Ah, lo dice por estos cuatro. Sí, son dos parejas amigas que siempre vienen a tomar café.

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El Bar Oviedo, donde la pampa se funde con la ciudad

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En la zona oeste de la ciudad, barrio de Mataderos, donde la pampa se funde con la ciudad se encuentra el Bar Oviedo (http://www.facebook.com/bar.oviedo?fref=ts). El Oviedo es uno de los Cafés y Bares Notables de Buenos Aires. Su fachada testimonia que abrió sus puertas en 1900 aunque algunos sostienen que funcionaba desde antes, incluso  antes de que se colocara en 1898 la piedra fundamental del Matadero Municipal. Los palenques por sobre Tellier (hoy Lisandro de la Torre) y Nueva Chicago (hoy Avenida de los Corrales) ya no están, pero entrar al Oviedo es hacerlo a un bar de nuestra llanura pampeana.

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El Oviedo está todo revestido en madera y su barra homenajea a payadores y el juego. La oferta gastronómica del lugar es sanguchería pura y el pebete de salame y queso, mi recomendación. Sigue leyendo

Florencio Sánchez (Parque Patricios), la cuna del Bambino

El Florencio Sánchez es un café que data de 1929. Está en el límite entre Parque Patricios y Boedo. En una de las siete esquinas que traza la diagonal Chiclana. Deán Funes y Chiclana. El sitio transpira fútbol de dos cuadros con anclaje barrial: Huracán y San Lorenzo. Sin embargo, sus actuales dueños son fanáticos del Deportivo La Coruña. Y con este dato es innecesario agregar el origen.

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En este café se «crió» el Bambino Veira, vecino del lugar. También sirvió de escenario a distintos programas de TV . Por sus mesas pasaron: Ricardo Lavolpe,  Carlos Babington y Jesica Cirio. Juan Sasturain grabó uno de sus programas Ver para leer (Telefe).

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