Café-Bar La Poesía. San Telmo.

La historia no pude olvidarla jamás porque su paronimia es un sinfín que gira en mi cabeza desde entonces. La conversación la escuché en una mesa del Café-Bar La Poesía. Lo sustancial fue cuando el hombre (pongámosle Héctor a los fines narrativos), cuando Héctor dijo que “padecía parecidos”. Era un tipo desdichado en el amor. Sus relaciones terminaban antes que él pudiera transmitir todo lo que sentía. Un auténtico introvertido. Y las mujeres lo abandonaban sistemáticamente. Pero, para peor, después de cada final, Héctor encontraba a sus exparejas parecidas en otras caras de otras mujeres. Y, le contaba abrumado a su interlocutor, los parecidos los padecía con mayor frecuencia en las mesas de La Poesía. (Confieso que me pasa lo mismo con un amigo que ya partió hace unos años cuya cara veo parecida en cuanto lugar viva o trabaje o me instale por unos días. A poco de estar empieza a circular por mi alrededor. Como si quisiera decirme que no se fue, que sigue estando presente en mi vida).

Héctor siempre buscaba mesas de las ventanas. Podían mirar a Chile o Bolivar. Daba igual. Desde allí fijaba la vista hacia la calle y, tarde o temprano, veía acercarse parecidas. Temblaba de pensar que entrasen al café. Lo que inevitablemente sucedía. Y comenzaba su padecimiento. En el fondo, le explicaba a su amigo, si bien el dolor se acercaba a una autoflagelación no era algo de que preocuparse porque también resultaba un alivio el reencontrarse con viejos amores que lo llevaban a revisar con minucioso detalle (y le mostraba un cuaderno pleno de anotaciones que pude relojear con disimulo) cada conversación, cada gesto, cada silencio de sus charlas para encontrar un patrón a modificar en nuevas relaciones. En definitiva, como a tantos inexpresivos, le costaba cerrar sus historias. Héctor siguió un rato su catártico relato oral sin cambio de ritmo ni cadencias. El tono daba monótono. Y le perdí el hilo. Al rato pagaron y se fueron. Me quedé tentado de leer sus apuntes. Los imagine textos riquísimos. De profundas reflexiones, con emociones bien expresadas y depurados conceptos. Quizás Héctor, sin saberlo, fuera poeta.

Texto: Carlos Cantini

Ilustración: Lucio Cantini

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s