La primera vez que lo escuché en la radio fue en un programa deportivo al cual llamó para dejar su opinión. Se presentó como: Hernán de Caballito. Luego lo oí en otros tantos programas. Siempre dejando opiniones desde la vivencia de lo cotidiano en la calle. Ahora era Hernán de Villa Crespo o Palermo. O Flores o Barracas. Me llamó la atención. Cuando le preguntaban de qué trabajaba, respondía: vendo anteojos. Y a la repregunta de qué diferenciaba sus anteojos de otros, concluía: en el fondo ven mejor. La frase me daba vuelta en la cabeza. Y salí en su búsqueda.
Comencé preguntando por un tal Hernán en ópticas de avenidas comerciales. Así lo fui cercando hasta dar con una en Saavedra donde me confirmaron que este opinador serial radial hacía base en el Café-Bar La Escuela, Manuela Pedraza 2803. La Escuela es un auténtico reducto de sabihondos y suicidas. Un Aula Magna de Nocturna con estudiantina conformada por una runfla de repetidores y laburantes. Sin embargo, dar con Hernán no fue difícil. Estaba sentado en una de las mesas de la ochava con los auriculares puestos escuchando la radio. Recién ahí caí en la cuenta que no tenía pensado un discurso para introducirme sin incomodarlo. Pero, ya estaba lanzado y mi indecisión me había convertido en el centro de todas las miradas del bar. Me acerqué a su mesa y le dije que estaba buscando unos anteojos especiales y que en la óptica me habían dicho que él podría conseguírmelos. Me invitó a sentar y comenzó la charla.
Horas más tarde seguíamos ahí. Hernán es patagónico. De Santa Cruz. Las comunicaciones radiales son su modo de contacto aún en una megaurbe superpoblada. Es un soberano vendedor de productos como de momentos agradables. Un viajante de comercio urbano. La ciudad es un constante ir y venir de Hernánes. Nunca llegué a confesarle mi rastrillaje ni que lo conocía de la radio. Hubiese arruinado una tarde que sólo Buenos Aires puede regalarte en un café. Sí le compré un par de anteojos. Hernán no había mentido. Una vez puestos, en el fondo, todo se ve mejor.
Texto: Carlos Cantini
Ilustración: Lucio Cantini