En la categoría Café + Arte el gran ausente, por varios meses, fue el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires). Después de mucho tiempo de tener su cafetería cerrada, reabrió bajo la marca Marcelo (del reconocido empresario gastronómico Marcelo Piégari), en este caso Marcelo Dolce. El Café del Malba abre todos los días de la semana de 8 a 20hs. Incluso los martes que el Museo permanece cerrado. Es un punto de encuentro fenomenal para pasar un momento de elevación espiritual. Porque al patrimonio permanente del Museo, sus excelentes muestras itinerantes (en este momento brilla Julio Le Parc), su variada y ecléctica propuesta de actividades y su exquisita tienda, hay que sumarle este espacio que se integra visualmente con la Plaza República del Perú. Y no tan visualmente porque su deck exterior avanza sobre el espacio verde conformando uno de los sitios más deseados de la ciudad para pasar un buen rato.
El salón tiene dos niveles: uno, el más alto, coincide con el amplio hall de la recepción; el otro, baja hacia la altura de la plaza. El amoblamiento es de diseño y combina metal con madera. No existen en Buenos Aires muchos mejores sitios para arrancar el día con una buena lectura de las noticias (la oferta de diarios es amplia y generosa) o citarse para un desayuno de trabajo o «tomarlo» como oficina por horas. Y pasadas las 12, cuando el Museo abre sus puertas, recorrer el fantástico edificio ideado por tres arquitectos argentinos Gastón Atelman, Martín Fourcade y Alfredo Tapia.
El MALBA es un espacio fabuloso. Como muy pocos otros museos entendió rápidamente los nuevos tiempos. En la actualidad, los museos más tradicionales han incorporado actividades de entretenimiento que les permitió captar nuevos públicos y estimular consumos. La venta de objetos, por ejemplo, es una de las formas que los grandes sitios de ocio utilizan para fidelizar y construir identidad. Además de ser una fuente de ingresos muy importante. La tienda del MALBA promueve y desarrolla a diferentes diseñadores argentinos y latinoamericanos. Y cumple con otro de los dogmas actuales, que los productos ofrecidos tengan la intención de perpetuar el recuerdo de la visita o la posibilidad de transmitir el goce vivido a un ser querido mediante un regalo. Pero, además, la tienda desemboca escalera abajo en la Librería del museo donde uno quisiera que el mundo se detenga para siempre.
El Café del MALBA, Marcelo Dolce, ha completado un vacío que atravesó demasiadas y muy populares exhibiciones. El barrio de Palermo, como si le hiciera falta, ha sumado un nuevo sitio de excelencia. Y Buenos Aires es hoy, aún más, una ciudad para experimentarla a través de sus cafés.
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