De los bares y cafés orientales, Montevideo Sur es de visita obligada y prioritaria. Ya desde su nombre destila misterio: «Montevideo» por todo el imaginario que provoca en la cabeza de un porteño, y «Sur» por asociación directa con un cuento de cuchilleros de Jorge Luis Borges. Y es exactamente así. Porque Montevideo Sur podría haber sido un bar/almacén de Adrogué (Prov. de Buenos Aires) o del arrabal del Palermo que conoció Borges en su juventud. Para mejor, está intacto. Situado en la esquina de Paraguay y Maldonado, su entorno, barrio Sur, lo envuelve de magia. Entrar en él es vivir el protagonismo de un cuento.
Lola, su simpática dueña, lo atiende desde 1956 cuando llegó de La Coruña. Sirve el café en vasos. Como corresponde, Y sin que nadie, especialmente, se lo pida. Los parroquianos forman parte del inventario. Frecuentan el café desde hace años generando una dinámica amigable e integradora. Aunque la sea, nunca es la primera vez que se visita el Montevideo Sur. Para los amantes del café es como retornar al hogar paterno.
De tan auténtico, se la ha utilizado de escenario en varias producciones audiovisuales. La última pertenece a la cerveza Patricia, célebre en el Uruguay, que recreó con algunas modificaciones, el culto a la amistad entre los jóvenes.
Durante años fue frecuentado por periodistas y fotógrafos del los diarios La Mañana y El Diario. Hoy los «requeridos» (como los llama sonriendo Lola a los buscados por la ley) y los agentes de la policía (la seccional está enfrente) «brindan» en un mismo espacio «neutral». Por prudencia, no fueron fotografiados.
Como pocos ejemplos a ambas orillas del Río de la Plata, visitar el Montevideo Sur es una obligación espiritual. Como entrar a uno de los grandes museos de occidente, pero este queda acá nomás, cerquita y sirve de espejo donde reflejarnos.