Foto: Diario Clarín
Ese mismo día, al salir del consultorio, Marta no pudo con su genio y se fue a tomar un café a Le Pont, allí en Montevideo y Juncal. En el lugar la esperaba una sorpresa. En ese momento se encontró con el dueño del local y se propusieron un canje: ella pintaría un mural con su firma y, a cambio, tendría café gratis de por vida. “Fue a todas luces un acto de corrupción, pero yo corrompo con arte”…
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