El Gran Café Tortoni es nuestro café de bandera. Todos tenemos un café preferido, pero al momento de describirnos como sociedad cafetera lo incluimos de manera insoslayable en un podio.
Es el café de la ciudad más viejo que sigue en operaciones. Abrió en 1858, aunque en otra locación. Ocupó la esquina noroeste de Esmeralda y Rivadavia. Su propietario fue un francés llamado Jean Touan quien le copió el nombre al Tortoni de París. A principios de los ‘80 se mudó a media cuadra, en Rivadavia 826. Esa dirección fue, por un tiempo, su única puerta de entrada.
Está claro que el Tortoni ya no es un café. No lo es en tanto su dinámica cotidiana. Es un templo. A falta de pirámides de civilizaciones prehispánicas o cuevas pintadas por manos de pueblos originarios, en Buenos Aires mostramos cafés históricos. Entonces si en Buenos Aires el café es religión, el Tortoni vendría a ser nuestra Basílica de San Pedro o Templo de Jerusalén o Mezquita de no sé dónde.